Si quiere uno
que el I Ching responda con claridad,
debe uno formularle preguntas nítidas. Sus imágenes y dictámenes no sirven para
prever el futuro (diacrónico) sino para descifrar el presente (sincrónico) de su
lector. Si yo lo consultaba a causa de mi zozobra, de mi incipiente fastidio,
era porque quería salir de ese estado, pues el futuro no existe sino como
prolongación del presente, y debía yo sondear mis anhelos y mis dudas para intuir
qué temer o qué esperar. En resumen, mientras lanzaba seis veces las tres
monedas decidí preguntarle cómo resolver con éxito los desafíos que el mundo me
reservaría en el futuro inmediato.
Como respuesta obtuve el hexagrama 45, Ts’ui (la Reunión o la recolección), con un seis en la sexta posición.
El hexagrama propone una imagen bella, casi bucólica: “El lago
está por sobre la tierra: la imagen de la reunión. Así el noble renueva sus
armas para enfrentar lo imprevisto”. El lago de la parte superior pronto caerá
como lluvia sobre la tierra: para reunirse con ella y renovar sus frutos. Por
ello el hexagrama recomienda “La reunión. Éxito. El rey se acerca a su templo.
Es propicio ver al gran hombre. Esto trae éxito. Es propicia la perseverancia.
Ofrendar grandes sacrificios engendra ventura. Es propicio emprender algo”.[1]
Tanto la imagen como el dictamen son esperanzadores, por cuanto me
aconsejan perseverar en mis actividades a la espera de una lluvia que las fertilice,
aunque sugieren que debo hacer equipo, realizar sacrificios y asesorarme con un
mentor si deseo emprender proyectos y superar imprevistos. Por experiencia personal,
el “gran hombre” no siempre es una persona viva, sino un autor o un libro. Una
imagen que se complementa con la de el rey que va al templo, dispuesto a invocar
el auxilio de los dioses por el bien de su pueblo.
Lo único preocupante del hexagrama era ese fatídico seis en la
parte superior, que auguraba “Quejumbre y suspiros, torrentes de lágrimas.
Ningún defecto”, como si me advirtiera que el proceso sería doloroso, pero
sería inmaculado. Justo lo que pasaba en El rey se acerca a su templo (1977), una novela de José Agustín
cuya trama —repleta de pesares, lágrimas y epifanías— era conducida y coronada por
los hexagramas del I Ching.
Por respeto al oráculo, acudí obediente a mi templo y entre sus
estantes busqué la novela del gran hombre para leer en ella mi destino.
[1] Wilhelm, Richard y D. J. Vogelmann
(trads.) I
Ching. El libro de las mutaciones, Editorial
Sudamericana, Buenos Aires 12ª edición 1988, p. 259.