He visto casi de un tirón Rompan todo: la historia del rock en América
Latina (Netflix 2020), la serie documental dirigida por Picky Talarico y
producida por Gustavo Santaolalla, entre otros. Pese a que leí varias críticas adversas,
tenía que verla porque su asunto me involucra íntimamente: el rock ha sido mi
soundtrack personal desde hace cuarenta años, y en ese tiempo he visto
multiplicarse la pasión de las nuevas generaciones por este género tan amplio y
dúctil que se adapta a cualquier situación, que promueve la toma de consciencia
política y que combina lo popular con lo culto, lo regional con lo cosmopolita,
la melancolía con la furia, el goce con la rebeldía.
En su conjunto la serie no podía ser una obra maestra simplemente por su desmesura, pues resumir sesenta años de historia en escasas cuatro horas hace inevitables las generalidades y las omisiones; en mi caso lamento que se hablara tan poco sobre el rock progresivo o la escena heavy. Pero al asumir ese riesgo Rompan todo logra mostrarnos una panorámica emotiva y coherente del movimiento rockero en América Latina —ese espacio cultural tan complejo— en su conflictiva relación con lo político. Las dictaduras militares, la matanza del 68, la guerra de las Malvinas o la firma del TLC —entre muchos otros eventos— fatalmente repercutieron en la creación artística y generaron respuestas concretas por parte de los rockeros.
La serie
evidencia así que los pueblos de América Latina comparten no solo un idioma
común sino una historia similar: una opresión y una desigualdad continuas que
derivan de su pasado colonial y se agravaron por sus interminables conflictos internos
o externos. Entre los períodos de tibia democracia y los de autoritarismo feroz,
muchos rockeros se vieron forzados a trabajar en el extranjero, lo que generó gradualmente
un público y un mercado que trascendía fronteras. En el caso de México, donde
fue prohibido oficialmente por décadas, el rock jamás hubiera renacido sin la
brillante colaboración de los músicos y productores argentinos que, a su vez,
se formaron fuera de su país por circunstancias políticas adversas.
En suma, he
disfrutado Rompan todo como la
crónica (subjetiva y parcial pero sincera) de un sueño latinoamericano de
libertad, de fiesta, de igualdad, de belleza y de amor. Y dispenso sus
omisiones porque recopila documentos valiosos —como las tomas del festival de
Avándaro— y porque me ha revelado a varios artistas —entre otros Los Twist, Viuda
e Hijas de Roque Enroll, Sumo o Gabriela Parodi— que hasta hoy desconocía pero que
han renovado mi entusiasmo por nuestro rock: por el rock latino de nuestra
América.
Ilustración: Cartel del “Festival de Rock y Ruedas en
Avándaro”, 1971 (fragmento).