Gonzalo Lizardo
Quizá la lección más valiosa —acaso
involuntaria— de la serie Rompan todo (Talarico 2020), fue mostrar que
la música en Latinoamérica es infinita, incluso si se aborda un solo género y
unas cuantas décadas. Pero ese infinito se multiplicaría si incluyéramos a
Brasil, nuestro vecino geográfico y lingüístico, al que admiramos por su
historial futbolístico tanto como desconocemos su cultura musical. Fuera de
unos pocos nombres —Roberto Carlos, Sergio Mendes, Deodato— la música brasileña
constituye un enigma para los hispanohablantes: un universo sonoro que me
deslumbró a partir de 1989, cuando adquirí la antología Brazil Classics I (Luaka
Bop),producida por David Byrne.
En
esta compilación sobresalen las piezas de Caetano Veloso, Chico Buarque y Jorge
Ben Jor, tres artistas con discografías tan amplias que es imposible abarcarlas,
pero tan consistentes que cualquier álbum suyo puede oírse sin riesgo. Así
descubrí —por un azar mágico— el portentoso A Tabua de Esmeralda (1974),
de Jorge Ben Jor, poco después de publicar mi libro El demonio de la
interpretación. Aunque tal disco confirmaba mi teoría —que el pensamiento hermetista
ha subsistido por siglos al margen de la escolástica y el cartesianismo— me
asombró que la enseñanza de un filósofo apócrifo del siglo II d. C. se esparciera
hasta el Amazonas, y que alguien pudiera cantar con euritmia brasileira:
“Hermes Trismegisto escribió/ con una punta de diamante/ en una lámina de
esmeralda/ lo que está abajo/ es como lo que está en lo alto”.
No
es tan insólito, en realidad. Por su historia y su ubicación geográfica, Brasil
es un crisol idóneo para aplicar los principios de Hermes, como la coniunctio
oppositorum, la correspondencia y el sincretismo, que en este disco se
manifiestan como una exquisita fusión de géneros y lenguajes. El autor amalgama
el portugués con el inglés, la samba con el bossa nova, la intensidad rock con la
intimidad folk, y en sus letras declara ser un alquimista contemporáneo, uno de
esos sabios que “son discretos y silenciosos/ viven lejos de los hombres/
eligen con cuidado la hora y el momento/ de su preciosa obra// Son pacientes,
asiduos y perseverantes / para realizarla según las reglas herméticas “.[1]
Con
sus alusiones a Nicolás Flammel, a Paracelso y a la Tabla de Esmeralda,
Jorge Ben Jor rescató una tradición ancestral para crear música vigente y
moderna, con momentos polémicos (el cristianismo hippie de la canción
“Brother”, por ejemplo). Una obra originalísima y profunda —sin
parangón con las del rock latinoamericano— que convalida el barroco aforismo de
Eugenio d’Ors: “Lo que no es tradición es plagio”.
Ilustración: Portada del disco A Tabua de
Esmeralda, de Jorge Ben Jor, Phillip Records 1974 (fragmento).
[1] Ben Jor, Jorge,
“Os alquimistas estão chegando”, en A Tabua de Esmeralda,
Phllip Records 1974.