Irene Ruvalcaba
La
infancia prepara un banquete para las flores que flotan con sus
raíces luminosas, serpientes tentadoras nacidas hoy, eternamente.
Niñas de manos arrugadas, ancianas con pupilas tan tiernas que
apenas pueden ver. Ramas artificiales de bayas rojas, otro alimento.
Nadamos sobre la tierra, pisamos nuestras gastadas aguas. Buscamos un
padre entre las dudas, estamos seguras que somos tótem.
Teoría
de las niñas1
es una ventana al vergel de las infancias perdidas; así lo sugiere
su poema final: “Mi padre levanta la cuchara. Pide un lienzo en el
jardín de polvo” con médanos y palabras, para enfrentar a duelo
lo que nos callamos por miedo: “Bailan las niñas en un amanecer de
tinta. Dicen el eco resollado con los primeros rayos de sol entre sus
dedos.” Desnudas, las niñas serán lotos, amortiguarán en su voz
el discurso del diablo. Doblez de quien escribe, deseo y tentación,
sentimiento de abejas que danzan para que llueva miel. Entre tinta y
ámbar un pequeño hueco que sirve como hogar, caliente entre manos
que también bailan.
Para
la poeta María Baranda, la infancia es un sol que echa sombra a la
memoria, para mejor guardarse en el poema mientras canta al animal
que busca la lluvia, en añoranza silenciosa del que mira. Entre
conchas colocadas sobre los ojos, sus flores son más exactamente un
reflejo de las niñas.
La
pluma de María Baranda contiene lo secreto que hay en la defensa de
las niñas que piden recrear la gutural manera del cariño. Niñas
frescas entre pulsiones. Ellas “quieren tocar la vida simple, el
corazón que aún late en el iris de sus ojos. Él las mira como si
fueran peces de sal en la línea de un tiempo llano. Les habla del
agua, esa sed de orden amoroso que vigila la sangre y la poesía.”
Adentrándose en el magma de la tierra, avistan la humareda celeste.
Agua
tibia en el corazón helado. Las flores flotan y cantan al creador en
el estanque del corazón. Padre que habita lo sordidísimo, que vive
entre páginas de lotos encantados que cantan. Mi padre, el padre de
María Baranda, el padre de Henry Darger, tu padre: “susurra
entonces algo que no se escucha. Cierra el libro.” La infancia es
una sed de la que nunca nos saciamos.
1
María Baranda, Teoría de
las niñas, Vaso Roto,
2018, España.
*Ilustración
de Ilse Ovalle.