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Columna

Poesía entre lilas // María Negroni: Vinca difformis

Irene Ruvalcaba

Aquí sólo hay lugar para la poesía. Esta sección responde a la delicada tarea de escribir reseñas acerca de mujeres poetas. Y no voy a pedir disculpas. Si usted desea encontrar claridad entonces le será reservada la noche; por el contrario, si ya habita la luminosidad su propio campo, entonces le entrego estas hojas de vida y le invito a mi microcosmos que crece gracias a estas poetas y sus palabras. Así, he decidido titular la sección “poesía entre lilas”, un jardín que cultivo con ahínco, un lugar donde habitan desde hoy nuestras contemporáneas, flores curanderas con voces que nos recuerdan nuestra propia voz.

*

Maria Negroni: Jardín interior de ramas abundantes y pájaros con nuestros propios rostros. Sin más que una flor de pétalos angulosos, avanzo por este sendero estrecho, aunque extenso. En la amistad y con la única esperanza puesta en el poema, lugar al que una se confina por voluntad propia.

Así, desde las anticipaciones, me acerco a “De rama en rama”.1

Mucho y poco. La sensación que desprende la imagen bien pensada. Péndulo mental, brújula de emociones, microscopio que advierte esa partícula de donde surge todo el pensamiento. Doble imagen de nosotras mismas. El poema comienza: “un pájaro terrestre / sin más tripulación que su reflejo”. Ese que lanza su pico contra el pico en el espejo; como la humanidad, en 2021, ansiosa por salvar su vida, pero ¿cuál vida?

El sino reciente del ahora. La poesía es siempre actual porque no afirma y no duda: pendula como bailarín sonoro a la entrada de esa casa que es la infancia: “dice que sí / y que no / y que también // y con el pico arranca / al mundo / un nido de infancia / interrogada”.

Estar no es un engaño; para serlo, tendría que perdurar. La voz poeta sabe que nada es imperecedero. Mira fijamente, durante un tiempo largo el fruto que apenas verde termina por fermentar en la lejanía. Por eso busca con los pies fijos a la tierra, “eso es todo // finísima orilla / el deseo”. Cómo engañar a la lucidez con palabras remolino que acarrean polvaredas: imposible. Entonces, el silencio, agua mansa que refleja todo por lo que en ella pasa y “en la mudez del amor / se da por vencido // se inmiscuye / en su propia geografía”.

Por fortuna, la síntesis del poema no dice lo literal, pues piensa y siente: visión que se expande y vincula el alma al alma que habita una provincia íntima, contigua, transitoria. La humanidad ahora vive con lo que le queda: trasmutar.

1 Cantar la nada (2011), María Negroni, Ed. Bajo la luna, Argentina.

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