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Columna

}}}pssst, pssst, Madigan… (17)

Alejandro García

…allí está, en La lengua absuelta, en su segunda parte, correspondiente a su estancia en Manchester entre 1911 y 1913. Se trata de la evocación de la muerte de su padre, cuando el niño Elías tenía 7 años. Había entrado al cuarto de los niños y había intercambiado palabras con los hijos, en especial con el pequeño: “Georgie”, “two”, “four”, “road”, “Disbury”, “England”. Fueron sus últimas palabras. Después bajó a desayunar, en silencio, tomó el periódico. Poco después el memorioso recuerda los gritos, el padre tendido en el suelo, la madre entre gritos, llanto y jalones de pelo. La casa es invadida por conocidos y extraños. Canetti es enviado con los vecinos. Allí es interrogado, en el jardín, por uno de los muchachos y retado a que suba al árbol. Cuando está a punto de aceptarlo, la madre asoma por la ventana y le recrimina que esté jugando mientras su padre está muerto. Jacques tenía apenas casi 31 años y murió a causa de un ataque cardiaco. El médico inglés que lo revisó no encontró causa notable o excepcional. Elías es enviado con los Florentin, desde allí puede ver el paso del cortejo, lo que le provoca una rebelión y un intento de escapar. No lo logra. Durante el resto de la vida de su madre, conocerá versiones diferentes de los acontecimientos. Ella le irá diciendo que antes no lo dijo a causa de su edad, el clásico “no lo entenderías”. De Florentin recibe la información compartida con su padre en torno a la preocupación por la guerra en los Balcanes, zona donde ellos vivieron y donde tenían afectos e intereses. La noticia pegó en las debilidades de Jacques, en su débil corazón. Digamos que es la parte pública de un drama escondido. Por parte de la madre hay otra explicación. El capítulo o el segmento de las memorias inicia con el envío de la madre al balneario de Reichenhall, iba a curarse pues el aire de Inglaterra no le probaba. El padre soportó la separación, convivía con los hijos, atesoraba su experiencia en la que hablaba en un idioma particular con su esposa, y consideraba que podía prologarse su estancia en la cura, debido a su notable restablecimiento. De pronto la esposa regresó, Elías oyó que era “lo correcto”. Nunca le explicaron por qué. La última versión muestra el segmento oculto: la madre se había sentido muy bien en el balneario, el medio era noble y era posible convivir con gente de buen nivel cultural. Narró a su médico no sólo su mejoría, sino su bienestar. El interlocutor le confesó su amor y le propuso que dejara esposo e hijos y se quedara con él. Ella se negó. Le contó al marido la situación. Regresó a casa. Se le veía contenta. Los interrogatorios fueron intensos y hubo un momento en que el marido se declaró insatisfecho, presa de los celos. Le dijo que no le hablaría hasta tener de ella una versión completa. Así se fue a dormir, sin dirigirle a la esposa la palabra. A la mañana siguiente jugó con los niños, sus sustantivos no demostraban rencor o encono alguno. Después bajó a leer el periódico con noticias de guerra, sin dirigirle la palabra a la esposa. Allí lo alcanzó la muerte, Madigan…

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