Alejandro García
…hace unos meses leí una nota sobre una disputa entre Estados Unidos, China, Vietnam, Brunéi, Malasia y Filipinas por un archipiélago ubicado en el Mar de China en su parte meridional. La característica es que esta zona insular de pequeñas proporciones por unidad, pero que forma un largo cordón, pasa buena parte del año cubierta por el mar o, de plano, algunos de sus constituyentes están siempre sumergidos. La importancia es, sin embargo, estratégica, el alcance de la palabra es imposible de saber e incluso imaginar por parte de un buen ciudadano como yo, de allí la presencia de muestro vecino del norte y de la potencia asiática. Ésta, al parecer, ha construido plataformas en algunos de estos lugares intermitentes al ojo humano y lleva el control por la vía de los hechos. Esa angustia por el dominio territorial ha llevado a Donald Trump a preguntar por el precio en el mercado de Groenlandia. Decía mi tía Casandra Yoloxóchitl que el hombre, a la manera de Abel, es pata de perro, frente al que, calcando a Caín, se arraiga. ¿Qué rincón del mundo se esconde a la curiosidad y al dominio del bípedo con alto índice de retardación ontogenética? Las áreas blancas o nebulosas han desaparecido de los mapas, pero la lucha ha escalado al aire y a la virtualidad y no falta el curioso que encuentra territorio por disputar. He regresado a esta situación por una vía remota. Cayó en mis manos Tierra del Fuego: la creación del fin del mundo de Guillermo Giucci, 2014, FCE. El libro se puede leer como una aventura interminable, mas es a la vez un reto, ya que exige una competencia histórica y contextual. Me quedo ahora en la orillita que es muy disfrutable. Mientras los españoles conquistaban el continente americano, un portugués buscaba una ruta alterna a las islas del sur profundo de Asia. Aún no estaba claro el nuevo estado del mundo después de las navegaciones de Cristóbal Colón. Fernando de Magallanes (“Costeando esa tierra que tendréis,/ irá a buscar la parte más remota/ Magallanes en hechos de verdad/ portugués, pero no en su lealtad”, dixit Luís Vaz Camões en Los Lusíadas) encontró la unión entre los océanos en un pasadizo de más de medio millar de kilómetros. Desde el planisferio se ve cómo América se estrecha, y cómo Chile y Argentina pelean por la punta, por el finisterre. Así que el paso descubierto por un portugués para gloria de España era no sólo largo y misterioso, sino que iba cargado por un mal tiempo que ponía en peligro la vida. Años después nuevas expediciones llegarían a Cabo de Hornos y también vendría la disputa, superada la riña entre hispanos y lusitanos, y uno que otro holandés, donde Inglaterra dispondría la suerte (y grandes botines) de los mares. Tres años duraba la circunnavegación desde España hasta España. Semanas costaba ir del Atlántico al Pacífico cuando la ventura estaba de parte del navegante. No era raro que tuvieran que esperar el paso del invierno para poder pasar a la siguiente etapa de prueba de los mares. Magallanes se quedó en el camino, Sebastián Elcano fue el responsable de finalizar el periplo. Podemos decir que Drake pasó por esas aguas y forma parte de su mito. El marinero conquistador o soldado fue suplido por el navegante de espíritu científico, sin duda los intereses económicos jamás claudicaron, pero los intentos por asentar fortalezas que controlaran el tránsito y posibilitaran un desarrollo tipo occidental fracasaron. Agreguemos la existencia de algunos grupos nativos que fueron escurridizos para ser sometidos e insuficientes para generar poblaciones que crecieran gracias a su trabajo. Charles Darwin, oh Madigan, que está en uno de tus cuentos y en muchas de tus formulaciones, chico buen mozo, llegó a la zona en asociación con un rudo capitán y además de levantar muestras de diversas especies vegetales tuvo que confrontar lo que después fue su teoría de la evolución con esos hombres indiferentes al otro y a sus tradicionales modos de seducción, que en periodos de hambruna, no raros, recurrían al cuerpo del vecino para saciarse, y que expedían un olor, bien de aceite de ballena o de foca corrompido, capaces de turbar a los durísimos marineros, al mismo tiempo que paseaban su desnudez sin importar la temperatura. Los ingleses llevaron a Londres a cuatro de estos pobladores en la práctica del buen salvaje que podrá transformarse en un avance imposible de detener por parte de la civilización vía la enseñanza. Uno de ellos se les murió en el camino. Ninguno tuvo la realización de héroe del romanticismo. ¿Y de qué manera la transformación los ponía en desventaja al regresar a su realidad de hielo y nieve? ¿Cuántos seres extraños a la occidentalidad decimonónica terminaron en zoológicos o en circos como ejemplos del castigo divino y de la naturaleza? Imagino a los primeros navegantes, entrando al Estrecho, el nombrar era el primer paso para la incorporación, para restarle gramos al peligro, para conjurar el miedo también, golpeados por los vientos o por las tormentas, que de pronto veían las fogatas, las fogatas, las fogatas, aquí y allá, a la izquierda, así nació nombrada Tierra del Fuego, cuando ellos se jugaban la vida en esa vena al fin del mundo, Estrecho de… en busca de la hebra que los llevara a Las Molucas, as especies, y después a España, al origen…
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