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Cuento

El peso excesivo de ser una libélula

Por ROCÍO ARELLANO M.


Aglaed tenía esa sensación calándole los huesos y supuso por un momento que pasaría, como siempre pasaba con sus presentimientos infundados a través de sus ojos color miel.

Todo comenzó al tocar la mano de Ángel, una mano grande con dedos largos, finos y delicados que pensó que le quedaba muy bien al resto de su presencia. Iban a tomar el mismo cigarrillo abandonado en el único cenicero que habían puesto en la fiesta que a esas horas estaba en su apogeo.

Cabezas meneándose de aquí para allá.

Cuerpos sudando al compás del synthwave.

Aglaed y Ángel conociéndose a través de sus manos y del humo de un cigarro solitario.

Ángel le cede el honor de echar la primera aspirada y Aglaed lo toma entre sus dos dedos, con tanta fuerza que casi lo rompe. Ángel sonríe y se lo quita rápido para darle una calada. No pensaba venir a la fiesta, pero le prometieron bastante cerveza y chicas guapas y disponibles.

Aglaed había aceptado ir a la fiesta, convencida por su amiga Ana de que tal vez Julián, el chico que le gustaba, iría y por fin podría hacer contacto con él. Pero en todo el tiempo que llevaba ahí no lo había visto por ningún lado.

Ángel observó detenidamente a Aglaed con la poca luz que se filtraba entre el humo de la sala. No era muy guapa, morena, ojos pequeños y almendrados, dientes parejos y blancos, boca grande. Delgada, pero con una ligera pancita. Buen culo.

Aglaed pasó de observar las manos de Ángel a su boca: labios gruesos, dientes chuecos, sonrisa linda, con hoyuelos. Después ve el resto de su cara, ojos grandes, un poco rasgados, de color café oscuro, muy oscuro. De cuerpo delgado y alto.

Ángel le invita una cerveza, dispuesto a ver qué pasa.

Aglaed acepta ya sin esperanzas de toparse a Julián.

Se dirigen a la barra y consiguen las cervezas. Ángel le toca los dedos de manera que parezca casual pero no lo es. Aglaed se da cuenta, pero no los retira. Le gusta sentir el contacto.

Terminan la cerveza y Aglaed le toma la mano y lo guía hacia una parte oscura del pasillo. Ángel se sorprende por su iniciativa, pero la sigue sin decir nada. Nadie los mira, son invisibles en esa fiesta llena de otros iguales a ellos.

Aglaed lo mira y acerca su rostro al de él. Ángel sabe lo que busca y la besa.

Es un beso húmedo y con mucha lengua. Aglaed suelta gemidos que suenan como un llanto. Ángel respira fuerte, intentando seguir el ritmo.

Entonces Ángel se da cuenta que su cabeza se encuentra dentro de la boca de Aglaed. Asustado, trata de escapar, pero Aglaed lo engulle con más fuerza y ahora sus hombros se encuentran dentro también. Ángel observa por dentro cómo se expande la garganta de ella. Extrañamente siente que no está tan mal después del shock inicial. Entra por completo y se sorprende de estar cómodo en el interior. Escucha un latido a lo lejos. Voltea a su alrededor y ve una luz a lo lejos. Siente una mano posarse en su brazo y una voz masculina que le dice: “Aquí estamos a salvo”. Ángel se acurruca y siente sus párpados pesados y solo quiere dormir.

Aglaed se despide de su amiga Ana a lo lejos y sale por la puerta. Oye a unas chicas murmurar algo sobre qué hace una embarazada en una fiesta como aquella y Aglaed solo se acaricia la barriga prominente. Toma un taxi y observa al conductor que la mira por el espejo retrovisor. Siente miedo como siempre que sale de casa.

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