Por JULIÁN MITRE
–Pues ya te dije, carajo, si quieres mi permiso para luchar, te subes ahorita al ring y me ganas una caída.
–Cálmese, compadre. ¿Cómo se le ocurre decir eso?
–¡Tú no te metas, cabrón! Ya bastante hiciste entrenándola sabiendo que…
–Pues si no me entrenaba mi padrino, me hubiera ido a otro lado, papá. Esto es lo que yo quiero.
–¡Cállate, chingao! ¡Qué vas a saber lo que quieres! Tú no estás para darte costalazos, no es para ti. Nomás haces el ridículo.
–En eso sí se equivoca, compadre. Yo le enseñé todo lo que debe saber y además tiene talento nato. Lleva tres luchas muy bonitas…
–¡Qué pinches bonitas ni que nada! ¡Puro chingao ridículo!
–Primero veme luchar, papá. Hablas nada más por terco y anticuado.
–Pues es lo que te estoy diciendo. Enséñame. Súbete y gáname una caída, aquí en mi gimnasio, en mi ring. ¡Te estoy esperando!
–Bueno, compadre, pero como es necio. ¿En qué cabeza cabe que se pongan a luchar entre ustedes?
–Mira, papá, ya basta. Yo vine nada más porque mi padrino me insistió, pero la verdad es que no necesito tu permiso para luchar.
–¿Te estás rajando? ¿Así le vas a hacer cada vez que te pongan alguien más grande? Te digo: puro pinche ridículo. Si le sacas la vuelta a un rival vas a quedar mal y si le entras también porque eso de que las…
–¡Ya papá! ¡Ya estuvo bueno! Nada ganas luchando conmigo, pero te voy a dar tu pinche gusto. Viejillo terco.
–No me andes hablando así, respétame ¡Yo soy tu padre!
–En el ring no hay parentescos.
–¡Espérate! ¡No le sigas el juego a tu padre!
–¿Así entras al ring? ¿No que te enseñaron todo? Hay que subirse con porte, chingao. Hay que saber caminar.
–Ya no le hagas caso, Bájate y vámonos.
–Tú no te metas, cabrón, y quédate abajo o te rompo el hocico.
–Pues si me dejo, compadre, ni que estuviera manco.
–No, padrino. Usted no se meta. Ahí quédese abajo. Esto lo arreglo yo.
–Pero si salieron igual de necios. Nomás una caída compadre. Y no se pase.
–Ya cállate y deja luchar. A ver, éntrale.
–Eso es. Así se empieza una lucha, con la toma de réferi. ¿Ya vio que sí le enseñé bien, compadre? Las piernas separadas. Pon el cuello bien duro, que a tu papá le da por tirar cabezazos.
–¡Pa’eso me gustabas, chingao! Ya te tengo en la lona. Cuéntale compadre.
–Uno… dos… Eso, tiene el hombro arriba, compadre.–¿Cuál pinche hombro arriba? A ver záfate de esta llave entonces.
–¡Aaaah!
–No grites como señorita, quítate la llave, ¿o no sabes?
–Gírate. Claro que sabes cómo zafarte, yo te enseñé.
–¡Aaaah!–Gira la…
–Nada, nada. Ya ríndete.
–¡Aaaaah!… cuerda… ah… cuerda.
–Cuerda, compadre, rompa la llave.
–¿Cuál pinche cuerda?
–Está agarrando la cuerda, compadre. Rompa el castigo, ¡luche bien!
–No. Agarrar las cuerdas es de pinches cobardes. Que me haga la contra.
–No, compadre, luche bien o me trepo al ring.
–No… padrino… yo puedo.–Ahhhh… su puta madre… no me…
–Usted empezó con chingaderas, aguántese, compadre. Pero tú ya deja de morderlo. Y záfate, gira, ¡eso! Ya lo tienes.
–¡Ah! ¡Chingao!
–No, no, no. Ni busque la cuerda, compadre, quítese el castigo.
–¡Ya ríndete, papá!
–Yo no me rindo con una… aaaah
–¡Eso! Bien fuerte, bien fuerte. Levanta más el brazo. Ya ríndase compadre, acuérdese de su lesión. Se le va a…
–¡Que no, chingao! ¡Ah!
–Apriétale bien, está buscando la contra. Apriétale bien, no le hace que sea tu padre, porque si se suelta te va a poner la golpiza de tu vida.
–¡Ah! Y a ti también… por pinche alcahuete.
–Le van a zafar el brazo compadre ya mejor…
–¡Buenobuenobueno!
–¡Eso es todo! ¡Suéltalo y bájate! ¡Bájate, bájate! Usted quédese arriba, compadre. Cálmese. No bufe. Usted provocó todo. Tú ponte atrás de mí. Baje los puños, compadre, ya se acabó.
–¡Papá, tu mano! ¡Está sangrando!
–Fue por la mordida que le diste, pero no hables deja que…
–¿Así le enseñaste?
–No, papá. Las marrullerías las aprendí viendo tus luchas.
–¡Ja ja ja! ¡Qué muchacha tan cabrona! Está bien, hija, ya me callaste el hocico. No me gusta que las viejas luchen, pero me ganaste… ¡Y como buena ruda, chingao!
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