Por: FRANCISCO VELÁZQUEZ
Este texto trata sobre cómo, cuándo y dónde descubrí a un tal Paul Auster.
Lo que vino después de ese encuentro, es decir, la relación de lectura que establecí con ese autor, es motivo para otro texto; en éste sólo me interesa narrar, rememorar, acaso inventar, el instante de dicho descubrimiento.
Para llegar a esa etapa de mi vida, a ese momento crucial que define esta autobiografía que como lector estoy escribiendo, debo rememorarla sensación que experimenté cuando leí por primera vez la única novela que publicó Xavier Villaurrutia, Dama de corazones [1] (1928), en el posgrado en Literatura Mexicana que estudié en 2021 en la UAM-Azcapotzalco. Aunque la trama pudiera resultar sencilla, después de un viaje al extranjero, Julio, el narrador de la historia, regresa a la casa de su tía, Madame Girard, quien vive con sus hijas Susana y Aurora, en la novela se pueden identificar los elementos y temáticas de la poética que Villaurrutia construyó a partir de Nocturnos (1931) y Nostalgia de la muerte (1938): el sueño y la vigilia, la noche y el viaje.
Además de estas características, en Dama de corazoneshay muchas referencias al espejo como objeto, al reflejo, y a la repetición de imágenes multiplicadas. Estos elementos permiten leerla a partir de lo que se conoce como puesta en abismo (mise en abyme), un recurso narrativo que consiste en insertar dentro de una narración, otra narración, de tal modo que la obra contenida refleja y explica a la que contiene. De lo que se trata es denarrar a partir de diferentes estratos narrativos para que una historia contenga dentro otra historia y así hasta el infinito. Un ejemplo es cuando Julio viaja en un tren y sueña. En el sueño dentro del sueño, Julio está soñando que viaja. Otro momento es cuando Julio sueña que se muere y asiste a su propio funeral.
Aunque en Dama de corazonesel narrador no está escribiendo el texto que estamos leyendo, hay datos que sugieren que Julio es alguien relacionado con la literatura. En ese sentido, no es extraño que el narrador se compare a sí mismo con el escritor que en vida conocimos como Xavier Villaurrutia:
“no puedes pensar en mí tan contemporáneo de Xavier Villaurrutia, tan invisible como él, aspirante a diplomático, negligente en el vestir; con un cuerpo inclinado cada día más a desaparecer entre los millones de jóvenes de los Estados Unidos; con mis trajes holgados, con mis camisas blandas, con mis movimientos de cabeza que acompañan el jazz que la victrola dicta invariablemente como un buen actor el día de la centésima representación; con mis cigarrillos mojados en perfume, efímeros, perfectos, en vez de la pipa sabiamente gobernada que te hiciera pensar en el hogar de tu poeta romántico”. (Villaurrutia, p. 35).
Había llegado a Dama de corazones con un desconocimiento total de la faceta de narrador de Villaurrutia, pero al leerla me di cuenta de que la forma artística de la novela dialogaba con una red de autores y obras que he venido leyendo desde que inició mi formación como lector. Entonces me pregunté desde cuándo empezó mi placer por libros de carácter metaficcional, entendiendo por ello una forma de literatura autorreferencial que aborda los mecanismos de la ficción en sí mismos.
Recuerdo que una de las primeras actividades que hice en la librería de San Luis Potosí en la que trabajé, fue acomodar varias pilas de libros de la Colección Compactosde la editorial Anagrama. Una de esas pilas era Ciudad de Cristal, de Paul Auster. Debido a que había muchos ejemplares de ese libro, durante las primeras semanas acomodé la pila de Ciudad de Cristal en distintos lugares de la librería. Como era la primera vez que escuchaba el nombre de ese autor y de esa novela, uno de esos días que movía las pilas de un lugar a otro decidí leer la contraportada para saber de qué trataba la historia. Así fue como descubrí que el libro formaba parte de una serie de novelas llamada La Trilogía de Nueva York.
Recuerdo que lo primero que llamó mi atención fue que en la novela aparecía un detective llamado Paul Auster. Como en ese entonces aún no entendía que ser biográfico, autor y narrador, son cosas distintas, compré el libro porque me interesó que el propio escritor apareciera en la historia. Recuerdo que cuando comencé a leer Ciudad de Cristalme maravilló (y confundió) que Quínn, el protagonista de la novela, se hiciera pasar por un detective que se llama Paul Auster, como el autor del libro, y que después, cuando Quínn se dedica a buscar al detective que se llama así, encuentra a un hombre que se llama Paul Auster, pero no es el Paul Auster que busca:
—Me temo que ha encontrado usted al Paul Auster equivocado.
—Usted es el único que viene en la guía.
—Puede ser —dijo Auster—. Pero yo no soy detective.
—¿Quién es usted entonces? ¿A qué se dedica?
—Soy escritor.
—¿Escritor? —Quinn pronunció la palabra como si fuese un lamento.
—Lo siento —dijo Auster—. Pero eso es lo que soy.
—Si eso es cierto, entonces no hay esperanza. Todo el asunto es un mal sueño.
—No tengo ni idea de lo que está usted hablando. (Auster, p. 77).
De esta forma, lo primero que experimenté después de leer Ciudad de Cristal fueron ganas de leer Fantasmas, la segunda parte de La Trilogía de Nueva York. Sin embargo, como ese título no se encontraba en ese momento en existencia en la librería, fue necesario que hiciera un pedido. Entonces abrí el sistema de búsqueda que utilizábamos para llenar el formulario de solicitudes de libros. Debido a que era necesario escribir el nombre del vendedor que hacía el pedido, escribí mi nombre completo: Francisco Javier Velázquez Muñiz. Sin embargo, como también era necesario escribir el nombre del cliente, y como el cliente era yo mismo, se me ocurrió escribir solamente: Francisco Velázquez; entonces me di cuenta de que aquello era un momento muy austeriano. Con el paso del tiempo un tal Francisco Velázquez se convirtió en mi mejor cliente y lo atendía con gusto cada que hacía un pedido.
Como dije al inicio del
texto, lo que vino después de mi encuentro con Paul Auster es motivo para otro
texto. La imagen y figura de autor que estoy construyendo en esta serie de
textos está condensada en ese momento de mi vida: la librería como espacio, y
mi encuentro con un tal Paul Auster.
[1]La novela puede leerse de manera gratuita en la siguiente dirección:
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