Por NOÉ ZAVALA
El machismo es como una telaraña tejida no por una, sino por millones de arañas.
El día 30 de octubre de 1992, en el estadio de fútbol perteneciente al Club Vélez Sarsfield de Buenos Aires, Argentina, el grupo de rock Nirvana dio su peor concierto. Parecía que los integrantes tocaban sin sentido alguno, como si estuvieran en una sala de ensayo agobiados por el calor, frente a decenas de latas vacías de cerveza. Cobain incluso les pidió a los asistentes guardar silencio cuando coreaban que tocara “Smells like teen spirit”, el super éxito del grupo, y el cual nunca interpretó. Y fue todavía más allá, pues en dos ocasiones tocó los acordes iniciales de la canción para enseguida empezar con otra.
En esa fecha, en Argentina, tenía tres años de que había iniciado el gobierno de Carlos Menen, con una hiperinflación del 582 %. El gobierno que lo había antecedido, posterior a las Juntas Militares, había intentado una reconfiguración social, política y cultural después de la intolerancia, violación de libertades cívicas, falta de oportunidades económicas y participación política que hubo durante la dictadura militar. Era el contexto que prevalecía en esos momentos.
Antes de la actuación de Nirvana, participaron dos grupos teloneros: Los Brujos, grupo argentino que tuvo buena acogida (no podría ser de otra manera si eran de casa), al que siguió Calamity Jane, (nombre que le hacía honor por la conformación de la mayoría de sus integrantes) banda originaria de Portland, Oregón, integrada por tres mujeres y un baterista hombre. Guitarras rasposas, voz potente y enérgica de la cantante, buena presencia. Unas auténticas representantes del grunge. Fue un desastre total la presentación de este grupo; no solo recibieron abucheos, sino que hubo violencia física: los asistentes les aventaron monedas y piedras, además de que algunos les llegaron a mostrar sus penes. Suspendieron la actuación, completamente destrozadas pero, animadas por Courtney Love, novia de Cobain, regresaron al escenario para intentar seguir tocando, con la misma respuesta: el público era un monstruo enloquecido que no admitía que unas muchachitas estuvieran frente a ellos lidereando el momento.
Casi en seguida de este hecho se disolvió el grupo, lo cual refleja lo traumático que debió haber sido la situación para tomar una decisión de este tipo.
Pasados casi veintitrés años de lo sucedido en dicho evento, cada vez en mayor número aparecen bandas conformadas por mujeres en cualquier latitud del planeta. Negras, rubias, morenas, altas, delgadas, obesas, de ojos de color o rasgados; no importan las apariencias físicas, sino la forma en que despliegan sus conocimientos musicales en el instrumento que interpretan. Pero también es de hacer notar que, después de más de cincuenta años que irrumpió el rock como género musical, es hasta hoy que se les da ese reconocimiento. Y no será hasta que exista una banda conformada por mujeres que alcance el estatus de rockstar al nivel de Los Rolling Stones, por citar un ejemplo, que se habrá superado plenamente ese atavismo, pues el término aún parece haber sido acuñado únicamente para hombres. Algunos hechos históricos parecerían incompletos de no ser por las canciones que en su momento fueron tocadas por grupos de rock. Desgraciadamente, de esos momentos las mujeres han sido excluidas, debido a esa telaraña milenaria que hasta hace poco parecía hecha de acero. Ni siquiera las toneladas de dinero que la industria musical pudiera haber recibido por la aparición de un grupo de este tipo lo ha logrado. En varios campos la mujer ha logrado vencer con bastante esfuerzo las atávicas costumbres, pero en un ámbito que supuestamente es liberal, contestatario y rebelde apenas lo va logrando. Ha permeado mayormente la idea de ver cómo una mujer semidesnuda muestra su belleza contoneándose en un tubo o yendo por una pasarela, a que un grupo de ellas se conecte para dominar al “monstruo” a base de redobles, acordes y notas musicales.
Los argentinos que acudieron a la tocada de Nirvana no se dieron cuenta en ese momento de que la mala actuación del grupo se dio como consecuencia de su conducta sexista. Acostumbrados a conducirse de forma inequitativa en contra de la mujer y, además, sujetos a las condiciones socioeconómicas privativas en su país, seguramente al salir del estadio se habían olvidado del hecho o bien, hasta lo celebraron. Ya en su casa, trabajo o escuela, siguieron comportándose de igual manera, tejiendo la misma telaraña.
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