Por MIGUEL DÍAZ
Manzana Records, E.U.A., 17 de febrero. 28 min. Regional Urbano / Neo Corrido.
“Los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana”, frase inmortal de Chavela Vargas. Ese el caso de Lluvia Arámbula, que aunque nacida en Oklahoma y criada en LA, trae la mexicanidad en su talento. Su primer álbum Una empresa, publicado el año pasado a los diecisiete años, es una muestra exorbitante de su capacidad, ya que interpreta la música y letra que ella misma compone. Es además una guitarrista dotada; aprendió a tocar a los doce años su primera guitarra de seis cuerdas, que cambió por otra de doce, meses después.
Lluvia nos entrega en Adrenalina una clara evolución del sonido de su trabajo anterior, que consistía en corridos a un ritmo enloquecido, un remolino exuberante de composiciones con una actitud cabrona que no le pide nada a Natanael Cano o Peso Pluma, desde la posición del braggadocio; presente ya en el corrido tradicional mexicano en la figura del valiente, pero más influido aquí por el hip hop/trap.
Su sonido puede ser identificado con las expresiones musicales del regional mexicano actual, en especial el nuevo subgénero, el corrido tumbado, así como puede observarse una interpretación acústica cercana al bluegrass, con requintos que si bien ya se practican en la música latina como en el corrido sierreño o la bachata, acá hay ritmos y arreglos hillbilly propios del banjo, realizados en la típica docerola mexa.
En el caso de Adrenalina, hay algo más, algo personal, lírico, un braggadocio con más consciencia de su realidad, brutalmente honesta y capaz de marcar su límite con el resto del género. En “Conmigo”, por ejemplo, narra sus aventuras del último año a un ritmo que ya quisiera volver a tener Café Tacvba, añadiendo autorreflexión y resiliencia. Al final de la canción ella dice en spoken: “el mundo es feo eso yo lo veo/ el mundo es feo pero hay que seguir avanzando/ sin excusa y sin prisa”.
En el álbum hay una influencia de la lírica y el estilo low-fi de Junior H, que ha logrado expresar un sentido de vulnerabilidad cercano al cloud rap y el emo trap dentro de sus corridos. Arámbula despliega ese sonido en temas como “Ya no”, “Empresario” o en “Pérdida”; está última tiene una melodía que es más pausada, con arreglos de arpegios que vuelven las descripciones de las noches de rumba en Los Ángeles, una confesión íntima, enternecida y dolorosa (como lamenta: “a veces no sé qué lado tomar/ tengo mente positiva/ pero hay veces que/ ya no quiero estar/ aquí,/ en este mundo frío donde a nadie le importa/ nada, te comen vivo”), en un encuentro del corrido con la sensibilidad del dream pop tipo Mazzy Star y la lírica sad de Morrissey, tan popular entre los latinos.
Hace una atractiva subjetivación de la realidad a partir de sus experiencias como mujer latina, y no solo repite las fórmulas expresivas del corrido en boga, donde aunque aún pervive el machismo, se puede observar un ligero cambio de discurso. Lluvia habla desde un yo lírico que asume su sexualidad y el goce de la vida, y su lucha por respeto y reconocimiento, de una manera directa; véase la letra de “Ya no”, donde narra la historia de un amor y el recuerdo del placer erótico. También en “Soy mala” no da más rodeos (pero ojo, que mina su lírica de ironía y de frases populares, asertivas, pícaras y con constantes cambios de significado mediante el encabalgamiento de versos), cuando se arranca con eso de: “Soy la mera mera tengo lo que quiero/ no quiero amor solo quiero dinero/ me aburrí de tanto estar haciéndote sufrir/ pero las cosas son así”.
El empoderamiento malamente llamado “hembrismo” en tiempos del icono, Jenny Rivera, aquí es irónico, declarando el fin de una relación tóxica y asumiendo un talante retador y autosuficiente. En “Hay que disfrutar” hace un corrido de la fama y de su propia fortuna, siendo festiva y cínica, se permite ser la más dura de los nuevos corridos, celebrando en un hipnótico ritmo el hedonismo del alcohol y las drogas, pero añadiendo comentarios sociales y divertidas observaciones a los versos que escupe con agilidad (“la gente no te quiere ver arriba/ solo te quieren por tu lana/ aguas con la raza solo vienen y te tumban/ como si fueras nada/ no me importa, me voy a superar”); mientras que en “El mago”, la última pieza del álbum, es un corrido de toques más tradicionales, con una narrativa de un personaje de la mafia, como los que aparecen en su álbum anterior, pero de sonido más acompasado, cercano al estilo de su héroe, Ariel Camacho.
Lo que hace genial a Adrenalina es su capacidad de condensación y dominio de su virtuosismo instrumental (requintos, arpeggios, staccatos, slides, slaps y otros trucos de guitarra magistrales) sin perder agilidad lírica que, a diferencia de Una empresa, añade cortes que sirven de reposo auditivo y consuelo anímico, alcanzando intimidad y sutileza.
La música de México y de los Estados Unidos tiene en Lluvia Arámbula una apuesta de talento y valor cultural importante, enraizada en las tradiciones de la canción popular a ambos lados de la frontera, trae en su música inteligencia e innovación desde una perspectiva diferente, que en su última apuesta discográfica se siente refrescante y chingonamente auténtica.
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