Néstor Pompeyo Granja J.
Hace unas semanas, la cantante canadiense Alanis Morissette, anunció que en 2020 ofrecerá una serie de conciertos para conmemorar los 25 años de su exitoso álbum “Jagged Little Pill”, un disco que le significó no solamente el éxito internacional, sino el reconocimiento como la voz de toda una generación que estaba dejando atrás los estertores del grunge y todavía no sabía lo que le esperaba por delante. La pregunta es: ¿tiene algún sentido volver a traer a escena un discurso que lleva veinticinco años de desfase respecto a los fenómenos que en su momento lo inspiraron y encontraron eco en miles de orejas a nivel global? Veamos.
Muchos de nosotros crecimos con estas canciones. Canciones que gritaron en nombre de nuestro anonimato toda la angustia, la amargura y el desencanto que imperaba en la juventud de los años noventa del siglo pasado. Estábamos enojados y estábamos confundidos, pero irónicamente también conservábamos un gusto agrio por vivir las contradicciones de nuestra época y por disfrutar con sarcasmo (y con un poco de histeria, todo sea dicho) hasta la más acerba de las desilusiones. Todo lo que queríamos era una forma para desatar nuestras manos, pero pocos se atrevieron a solicitarla, y peor aún: todavía menos se atrevieron a proponerla.
Dos décadas y media más tarde, el panorama no ha cambiado mucho, simplemente ha cambiado la manera de enfrentarlo. Los jóvenes de este milenio siguen desencantados, siguen siendo blanco de las exigencias absurdas de sus padres, gobiernos, religiones y otras instancias que exigen la perfección como requisito indispensable para pertenecer, ¿a dónde? Muchas veces eso es lo de menos. Y lo peor es que este fenómeno ya no es exclusivo sólo de las generaciones jóvenes, sino que nos acompaña también a los adultos que vimos nacer al monstruo, lo criamos y lo acompañamos hasta que alcanzó su madurez al tiempo que tuvimos conciencia de la nuestra, pero ya era tarde. Ya no somos adolescentes, pero seguimos sintiéndonos borrachos aun estando sobrios. Seguimos siendo malpagados. Seguimos cansados y seguimos trabajando. Seguimos tristes y seguimos enfermos, seguimos con una mano en el bolsillo y al final todo se sigue reduciendo a un “todo va a estar bien”. La diferencia con lo que sucedía hace veinticinco años es que hoy nada de lo anterior parece suficiente para provocarnos coraje, ni rabia. Hoy hemos decidido, quizá por nuestra propia comodidad, convertirnos en simples espectadores con las emociones anestesiadas. Hoy elegimos vivir así.
Tal vez por eso mismo me cuestiono el papel que en la actualidad podría jugar “Jagged little pill”, a pesar de que yo mismo fui profundamente marcado por su contenido. El álbum es todo un retrato generacional por el que (¿afortunada o desafortunadamente?) no pasa el tiempo, pero los modos de encarar las circunstancias sí que han cambiado. Insisto: han transcurrido veinticinco años desde su lanzamiento, y la crudeza de sus letras que se sienten tan reales como una bofetada o como una risa burlona, sigue tristemente vigente. Sí es cierto: vivimos y aprendemos, pero parece que lo único que hemos aprendido en el último par de décadas, es a seguir viviendo como lo hacíamos hasta entonces. Vamos rumbo a la tercera década del nuevo milenio y me pregunto si tal evento puede celebrarse cuando nuestro progreso social es prácticamente nulo. Jugamos a estar contentos al festejar, al fin y al cabo tenemos el resto del tiempo para sublimar nuestras tristezas. Parece que todavía somos como aquella frágil Mary Jane esperando despertar pero sin hacer ningún esfuerzo verdadero por lograrlo.
Es por todos bien sabido que en 2005 el álbum “Jagged little pill” fue íntegramente regrabado en versiones acústicas para celebrar su primera década de existencia, y aunque en su momento fueron muchos los que descalificaron este ejercicio, hoy yo no puedo sino aplaudirlo bajo la lógica de lo que aquí he venido comentando. La pequeña píldora dentada del 2005 es justamente un reflejo de cómo las sociedades hemos mutado de inconformes a conformistas. Las canciones son las mismas, pero la manera de interpretarlas no, pues ésta se corresponde fielmente a las nuevas formas, más cercanas a los jóvenes y a los adultos desencantados de hoy. Donde allá había rabia, aquí hay una tristeza apagada que se dice a sí misma “ya ni modo”. La Alanis de 1995 chillaba todo lo que le molestaba (y nos molestaba) de este mundo, pero quizá era demasiado ingenua al pretender que podría cambiarlo. La Alanis de 2005 se seguía quejando, pero en un lamento privado, introspectivo, en el que los cambios se dirigían a las pequeñas cosas, y las frustraciones derivadas de la putrefacción global se asimilaban de una forma menos adolescente. Me pregunto qué irá a hacer la Morissette de 2020 en su gira de aniversario.
¿Y entonces, celebrar un álbum que dio voz a los desesperados es bueno o no? Quién sabe. A lo mejor serán necesarios otros veinticinco años para saberlo. Musicalmente, será un ejercicio de nostalgia que con toda seguridad traerá relecturas a temas por todos conocidos. Quizás el festejo tocará las fibras punk de un par de profesionistas con espíritu rebelde y sin dolor en las rodillas, pero en lo tocante a sus implicaciones socioculturales, la pequeña píldora ya no basta para hacer efecto.
Alanis Morissette ha anunciado, también, la publicación de un nuevo disco de estudio que verá la luz a mediados de 2020. Se trata de su primer material inédito en ocho años. Habrá que ver si su propuesta letrística tiene algo que aportar a lo que “Jagged Little Pill” hizo en su época. Si no, me quedará claro que la celebración será solamente un ejercicio de nostalgia sin muchas pretensiones más que un flamante signo de dólares. Es como tener diez mil cucharas cuando todo lo que necesitas es un cuchillo. Es irónico, ¿no creen? Feliz 2020.
REFERENCIAS:
Alanis Morissette (1995). Jagged Little Pill [CD]. Hollywood, CA, USA: Maverick Recording Company.
Alanis Morissette (2005). Jagged Little Pill Acoustic [CD]. Los Angeles, CA, USA: Maverick Recording Company.
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