Por Juan Félix Barbosa
There are places I’ll remember
all my life
though some have changed
Some forever not for better
Some have gone and some remain…
In my life
Lennon-McCartney
Una canción es un pasadizo instantáneo. Un boleto para viajar en primera clase y volver al encuentro de las pequeñas cosas, mismas que hoy, en la distancia adquieren otra tonalidad y un profundo valor. La vida no podría imaginarse sin un soundtrack de fondo, algunas veces aleatorio y en otras, como un setlist espléndidamente elegido.
La diferencia es notable. En el primer caso, cualquier opción, y de cualquier sitio, puede saltar al oído. En el último no, y así, se volvieron los sábados en los que, David Ojeda, desde la Cloaca mayor, entre viandas, charla y beberecua, abría las bocinas para que el raterío en cuestión, se endulzara las orejas.
La música siempre estuvo presente en las sesiones ratoniles. En las de taller literario, entre crítica y tijera, siempre salía el tema, como aquella vez cuando nos platicó que el legendario Van Morrison, estuvo en la Cloaca mayor.
Si en el taller, la música era uno de los temas, en la beberecua sabatina, adquiría protagonismo a través de canciones enlistadas temáticamente, que iban desde folclor sudamericano hasta su amadísmo rock (siempre políticamente incorrecto pero, con inteligencia) entre otros tantos géneros o bien, por medio de jams en vivo con instrumentos improvisados, como garrafones vacíos (con capacidad de 20 litros, cualidad que le da un tono grave al sonido), envases de refresco, vasos de vidrio, claves y pandero, que aportaban el tono agudo para conformar una muy peculiar sección percusiva y en ocasiones, una guitarra acústica para las armonías.
La señal era inequívoca, David lanzaba el grito de guerra: Ta ra darara ra (traducido en un: Do sostenido-La-Do sostenido más agudo-Re-Mi y Sol sostenido)… Ta ra darara ra… y enseguida, afinados o no echábamos a andar una canción de The Beatles que aún hoy, conserva el lugar número 23 en la lista de la Rolling Stone de las mejores 500 de la historia, escrita por John Lennon, que en una primera intención buscaba, según uno de sus biógrafos y mejores amigos: Peter Shoton, acudir a una muy temprana nostalgia, en la que pretendía recrear el trayecto que hacía en un camión de pasajeros. Después, Lennon modificó la letra hasta quedar como hoy se le conoce. Paul McCartney se adjudica la autoría no sólo de la línea melódica sino de la armonía, aunque el líder beatle, poco antes de morir desmintió el hecho y aclaró que el bajista zurdo sólo había aportado el llamado middle 8 o puente que una estrofa con otra. Para esta pieza, el productor George Martin, compuso y ejecutó, a manera de solo de piano, una especie de riff barroco cuyo sonido muy peculiar hace rememorar a Bach, y que, al aumentarle la velocidad para empatarlo con el tiempo de la pieza, terminó sonando como un clavecín.
La canción fue grabada un 18 de octubre de 1965. Es decir, este 2018 estará cumpliendo 43 años de haber quedado en el máster de los estudios EMI, en Londres, para ser la pieza número cuatro del lado b, del magnífico Rubber Soul, álbum que daría notables destellos de la revolución musical que estaba por llegar.
Si originalmente la letra de In my life buscaba detallar el recuerdo del aburrido trayecto de un autobús en Liverpool, en donde por cierto, aparecerían en la letra los nombres de Penny Lane y Strawberry Field, Lennon terminó por darle un giro que mantuvo el tono de la añoranza, pero en un rango más abierto y de mayor holgura, en donde habla de lugares que fueron, los que son, los fallecidos, los vivos y el amor, en este último y luego de una comparación, enfatiza: I love you more, como una declaración de principios inalienables.
In my life es una canción de apenas 2 minutos con 28 segundos que muy pocas veces llegamos a cantar completa en la Cloaca mayor, pero, que siempre aparecía los sábados, lanzada al ruedo por David Ojeda como señal para acentuar el ritual de las percusiones caseras festivas, la música y la fruición, como indicios innegables de que, entre los que se prodigan afecto, la vida es eso.
Para los que tuvimos el honor de vivir intensamente los sábados con David Ojeda, In my life es un pasadizo instantáneo por el que, como dijera Chavela Vargas en otra canción, uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, esos sitios en los que la amistad, el afecto y la presencia siempre generosa de nuestro querido David no sólo nos dejaron un setlist de lujo, sino también, marcaron surcos indelebles en los longplay de nuestras vidas… siempre con el inolvidable: Ta ra darara ra…
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