Well, since my baby left me
Well, I found a new place to dwell
Well, it’s down at the end of Lonely Street
At Heartbreak Hotel
Where I’ll be, I’ll be so lonely, baby
Well, I’m so lonely
I’ll be so lonely, I could die
Heartbreak Hotel. Elvis Presley
Descender al inframundo, experimentar la sordidez de su ambiente y soportar la inclemencia del sitio es condición necesaria para que el héroe, aparentemente caído, logre volver a la superficie, renovado, redimido. Esta parte del viaje es conocida como katabasis, que por su etimología griega es: abajo y avance; para la cultura sumeria, el inframundo o mundo de los muertos llamado Kur o Irkalla era un lugar predominantemente oscuro y lleno de polvo, habitado por los gidim que eran sombras débiles, carentes de toda vitalidad, y gobernado por la diosa Ereshkigal, quien era temida por someter con crueldad a los muertos.
El primer personaje del que se tiene registro en bajar al inframundo, precisamente al Irkalla, es el del gigante llamado Enkidu, primero enemigo y más tarde gran amigo del otro gigante, Gilgamesh, este último protagonista de la epopeya sumeria escrita en tablillas de arcilla unos 2000 o 2500 años antes de Cristo. Enkidu se encuentra jugando, se descuida y termina por caer al abismo. Una vez abajo, aunque su amigo le hizo recomendaciones muy precisas para evitar convertirse en un gidim, las desoye y termina por quedarse allí eternamente.
Otro caso es el del héroe griego Orfeo, músico virtuoso que pierde a su amada Eurídice justamente el día de su boda. Ella es mordida por una serpiente y su alma va a parar al inframundo. El recién viudo desciende acompañado solamente con su lira. Allí toca y logra conmover a todos sus habitantes, incluidos al gran Hades y a Perséfone, dioses del lugar, que deciden permitir la vuelta de Eurídice al mundo de los vivos con una condición: Orfeo irá adelante caminado, Eurídice detrás suyo y por ningún motivo, pasara lo que pasara, el esposo debería voltear a ver hacia atrás, detalle que no pudo cumplir el músico, perdiendo la oportunidad de recuperar a su esposa. De vuelta en el mundo de los vivos, Orfeo cae en profunda tristeza, decide adorar a Apolo, dios del orden contrincante de Dionisos, y más tarde es aniquilado por las Ménades, seguidoras del dios de las fiestas. Orfeo es destruido físicamente, pero su arte trasciende a la muerte.
El documental lanzado en 2024: El regreso del Rey, declive y resurgimiento de Elvis Presley (dirigido por el reconocido documentalista norteamericano Jason Hehir), como el subtítulo lo marca, aborda el ascenso, declive y resurgimiento de Presley. Esta última fase, particularmente en 1968.
En el documental se da cuenta de cómo la figura de Elvis estalla en el mundo del espectáculo en 1956, y cambiará el rostro de la cultura juvenil para siempre al encarnar al héroe prefecto, carismático, talentoso y altamente provocador con sus movimientos pélvicos, pues, aunque era blanco, virtud necesaria, su espíritu llevaba el virus de lo negro, del gospel, del blues y lo barriobajero existente en Memphis, listo para contagiar a todos.
Su primera aparición en televisión fue el 28 de enero de 1956, y meses más tarde en The Ed Sullivan Show, en el que literalmente sacudió los hogares norteamericanos, como lo señala en el documental, el también cantante Bruce Springsteen: “Cuando lo vi supe que estaba viendo algo que posiblemente no se había visto antes, un nuevo tipo de ser humano, un hombre del siglo XX”, un Orfeo contemporáneo.
Durante 1955, al coincidir en una gira, conoce al que será por un lado su manager Midas y por el otro, paradójicamente su sepulturero mayor: El coronel Tom Parker, pues, si bien es cierto que logró posicionarlo en lo más alto y llevar su imagen hasta en los productos menos pensados, también es verdad que nunca quiso ver al auténtico Elvis, sino más bien, al que representaba oro y ganancias. Es aquí cuando Presley comienza su ascenso externo y al mismo tiempo, su descenso al inframundo personal; pues, además, llegó su alistamiento en el ejército de 1958 a 1960 y la muerte de su madre, Gladis Love Presley el 14 de agosto del 58; acontecimientos que lo alejaron de volverse el huracán que prometía deshacer a toda una nación (como después sí lo harían Los Beatles).
Es sabido, al menos entre los seguidores del Rey, que como joven de su época era fan incondicional de los actores, también jóvenes, Marlon Brando por películas como El salvaje, o James Dean por Rebelde sin causa entre otras. Quiso ser parte de una trinidad que sin duda hubiera dejado una huella aun mayormente indeleble en ese tenor. Ya Presley había actuado en cintas como King Creole sin llegar a alcanzar ese nivel, pero, luego de concluir su servicio militar, quien de 1960 a 1967 echó por tierra los anhelos del Rey orientados a ser un verdadero actor dramático fue el propio Parker al conseguirle papeles más bien bobalicones y canciones que nada tenían que ver con el rock and roll.
Al respecto, alguna vez dijo John Lennon que Elvis había muerto al irse a cumplir con su servicio militar, aunque en realidad fue a darse una vuelta a su inframundo personal, pues, de manera sucinta el documental muestra cómo Presley, el del alma negra y rebelde dejó crecer al otro Elvis, a ese que el coronel Parker pretendió blanquear hasta volverlo inofensivo con la finalidad de que su figura se volviera cada vez más rentable y que, contrariamente a lo que esperaba esta sobrexplotación, alejó al Rey no solo de su séquito, sino también de las nuevas generaciones, si a eso se añade la llegada de Los Beatles, Los Rolling Stones y la invasión británica.
Parker visualizaba al héroe no como un personaje auténtico sino como un afiche cómico y versátil al grado de concertar un especial televisivo con la NBC en el que Elvis cantara, pero también hiciera sketches burdos, entre otras linduras. El documental muestra a Presley cada vez menos dueño de sí, molesto y explosivo por tener que hacer lo solicitado por su mánager para la realización del especial, pero, al igual que Orfeo, recibió la oportunidad de llevarse a la superficie a su auténtico yo, luego de que, tras bambalinas, en los tiempos de descanso lo escucharon cuando se ponía a tocar e improvisar viejas canciones con el espíritu negro que lo había caracterizado. Entonces, el Rey sugirió cambiar el rumbo del especial conocido simplemente como Elvis y solicitó el regreso de los músicos con los que tocó en 1956: Scotty Moore en la guitarra y el baterista D.J. Fontana, y aunque el coronel no quería aceptarlo, no le quedó más remedio al ser presionado por la televisora.
De esta manera, el documental dirigido por Jason Hehir nos ofrece momentos de esta katabasis del Rey pero, también su retorno al mundo de los vivos al aparecer en televisión para dejar salir al auténtico Presley, no solo la reminiscencia del mágico 56, sino otro renovado, jovial y feliz, dueño de su potente voz, de su dominio de la guitarra, en ese momento con mayor potestad sobre sus armas. Si bien el espectador queda con la emotividad de saber que el héroe ha dejado atrás el inframundo, el tiempo demostraría que el dominio del coronel Parker-Ereshkigal, haría todo lo posible por regresar a Elvis al Irkalla, para después tener el trágico final de todo héroe aunque, igual que Orfeo, su mítico legado sigue haciendo vibrar ese espíritu de negritud y rebeldía que todos llevamos dentro •
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