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Reseñas

Mi Zezé

Por MARY HERNÁNDEZ

Hasta hacía bastante poco tiempo nadie me pegaba.

Pero después descubrieron todo y vivían diciendo

que yo era un malvado, un diablo, un gato vagabundo de mal pelo.

JMV

Mi planta de naranja lima, novela del escritor brasileño José Mauro de Vasconcelos (publicada en 1968), es la conmovedora historia de Zezé, un travieso niño de cinco años con una inteligencia e imaginación incomprendidas por su familia, que un día descubre lo que es el dolor.

El pequeño vive en un barrio humilde de Río de Janeiro, Brasil, junto a sus padres y sus cuatro hermanos: Totoca, Gloria, Jandira y Luis. En la familia, el hermano mayor debe hacerse cargo del menor, por lo que Zezé tiene que cuidar al más chico de los hermanos a quien llama cariñosamente “el rey Luis”

Cerca de Navidad, Zezé se entera de que un camión lleno de juguetes llegará al barrio para repartir regalos y decide llevar a su hermanito, quien por su inocencia y dulzura merece tener un regalo. Zezé desea que Gloria los acompañe, sin embargo, ella debe cumplir con sus responsabilidades domésticas, pero para no desalentar a Zezé, Gloria le pide al repartidor de correo que los lleve. El hombre acepta para quedar bien con ella, pero abandona a los hermanos a medio camino. Zezé toma al rey Luis de la mano y, luego de llamar ¡cobarde, poco hombre! al repartido, continúan el recorrido por su cuenta, pero cuando llegan al lugar, el camión ya se ha marchado.

Este episodio marca profundamente a nuestro protagonista, pues se convence de que el Niño Dios no quiso que Luis tuviera un regalo por culpa suya, pues tal vez sea cierto que Zezé es hijo del diablo, como a menudo se lo dice su familia, a excepción de Gloria que es la única que lo ve como un pequeño niño.

Cuando el padre de Zezé pierde su trabajo, la familia debe mudarse a una casa más pequeña y humilde cerca del río San Pablo. Esto pone muy triste a nuestro protagonista, pues ya no podrá visitarlo su amigo murciélago, pero su tío Edmundo, a quien admira profundamente, le asegura que los murcié lagos son inteligentes y sabrá encontrarlo.

Al llegar a la nueva casa, cada uno de los hermanos elige un árbol del jardín. A Zezé le toca una pequeña planta de naranja lima. Aunque al principio no está contento con su elección, en muy poco tiempo se encariñará con ella y terminará confiándole sus secretos, como sus aventuras en la escuela o con don Ariovaldo, un vendedor ambulante de folletos de música a quien acompaña a cantar tangos para poder llevar algunas monedas a casa.

Zezé es tan inteligente que a sus cinco años ha aprendido a leer, y por ello, ayudado de su hermana Gloria, finge tener un año más para lograr entrar a la escuela. A pesar de ser un niño muy inquieto, se convierte en el más aplicado de la clase y desarrolla un cariño especial por su maestra, a quien lleva cada día una flor robada de un jardín vecino, en un acto que él considera bondadoso, pues una flor tan bella debe estar en el escritorio de una maestra tan buena.

Tras una travesura que pone en riesgo a Zéze, pero que al mismo tiempo demuestra lo valiente que es, conoce a Manuel Valadarés “el Portugués”, lo que da paso a una relación entrañable que convertirá al hombre en una figura paternal que le brinda amor, ternura y comprensión, cosas que no encuentra en su propio hogar. Con él, Zezé se siente seguro y se atreve a hablar de las golpizas que recibe por parte de su padre y sus hermanos mayores, algunas a causa de sus travesuras y otras simplemente por la dureza de quienes no entienden que es solo un niño y no “el hijo del diablo”.

Pero el destino parece estar en contra del pequeño, quien recibe dos noticias que cambiarán su vida para siempre, arrebatándole la inocencia y la magia propias de su corta edad.

La primera vez que leí Mi planta de naranja lima, cursaba el primer semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación en una universidad privada y cara. Quizá por esa razón lo primero que llamo mi atención de la novela fue la condición económica de la familia de Zezé, haciéndome re f lexionar que, cuando una familia debe lidiar con la falta de recursos eco nómicos, queda poco tiempo para el amor y la empatía entre sus miembros.

La prioridad de la familia de Zezé, que vive en un barrio marginal de Río de Janeiro, es conseguir unas monedas para llevar algo de alimento a la mesa, dejando de lado las necesidades emocionales de los más pequeños.

Sin embargo, conforme avanzaba en la lectura, no pude evitar sentir una profunda empatía por Zezé. Me divertí con sus travesuras, admiré su curiosidad al descubrir nuevas palabras y me regaló un recuerdo que ya estaba archivado en mi memoria: cuando era niña también me gustaba conocer las palabras de los libros, algo que mi familia no entendía.

También me dejé llevar por su imaginación mientras creaba personajes junto a Minguito, como le decía de cariño a su planta de naranja lima.

Zezé me llevó a ese mundo que yo ya había dejado atrás, donde era la mejor jugadora de básquetbol, y así como él enfrentaba combates vaqueros, yo jugaba torneos importantes. Lloré cada vez que sufría una golpiza y sentía tantas ganas de abrazarlo y decirle que aguantara, que cuando él fuera grande podría irse a vivir solo a donde él quisiera y no le pegarían más.

Esta obra removió en mí muchos recuerdos personales, algunos de ellos dolorosos, pero la fuerza de su historia, lo entrañable, inocente e inteligente de su protagonista, hace que a pesar de ello, la lea una y otra vez. Es tan mágica que en cada lectura logra conectar con mi corazón, como estoy segura de que lo hará con todo aquel que tenga la suerte de conocerlo.

***

Mary Hernández es licenciada en Comunicación, actriz y cuentacuentos. También es fundadora del proyecto Haciendo Drama, dedicado a la difusión del arte y sus creadores. También es amante de los libros, el color verde y el pan.

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