Irene Ruvalcaba
Rojo terciopelo de topacio tornasol, como
el día y su sombra púrpura. El nacimiento del nombre se parece a la
cadencia del que olvida lo que canta, punto intermedio, objeto
transicional que va de la penumbra del sueño a la oscuridad de la
vigilia, del amor al vértigo y de la mudez al silencio. Vigía que
cuenta los secretos como las estrellas de mar cuentan sus brazos. La
soledad se entretiene en los cabellos de Medusa mientras bebemos de
nuestras copas servidas hasta el borde.
Más rojo bajo el sol1,
con letras líquidas, dibuja una unión que es más un viaje hacia
las fauces interiores. Elsa Cross escribe el recorrido:
“La tarde brilla en el
vino / y en el mantel mojado” ¿Espejo? No. Realidad aumentada con
danzas ceremoniales y ojos que vibran. La advertencia primitiva que
reconoce por primera vez el aroma del silencio “en palabras que
sabemos / y no decimos”.
Tanteo como mantra
de estelas calientes, el corazón bombea más y más rápido la
sangre de nuestros ancestros, la historia siempre se repite “en el
canto ambulante / y las cuerdas que rasga”, canción que nos
embriaga y nos embarga. Soledad es una palabra que brilla desde
adentro.
Húmeda de tanta
sed, la tierra prometida flota entre las aguas, ahí donde habita la
verdad, se enciende la luz en las voces como las hormigas sedeñas en
las hojas del almendro. El camino de los guerreros que vuelven, otra
vez, a su hogar que es el mundo. El rostro como marea de otros
rostros mientras tu voz tirita “en el jardín del templo / y la
boda que empieza” y lo que estaba oculto se oscurece en el lado más
claro de la isla.
La embriaguez
aclara nuestra vista y todo aguarda en el cántaro y estalla como
flores de fuego. De andar tanto no recordamos los pasos y
enceguecidos por la iluminación del día no vemos ningún futuro.
Cabe así toda la vida en el punto que no es final ni es principio,
“en el sol que se acuesta / con el agua”.
Es esa nuestra
parte en el afogo de los años que se acumulan como leños, ahí
donde arderá la sabiduría acumulada, donde brotará la hierba en
sus cenizas y, pasada la tarde, quedarán las hojas amarillas.
1
Elsa Cross,
Más
rojo bajo el sol. Poemas sobre el vino,
Vaso Roto, Madrid, 2015.
Ilustración
por Ilse Ovalle.