JHCH
Los
poetas no salen de la tierra como las zarzas, ni reciben poemas de
las alturas divinas, ni viven con el oído atento a lo que las musas
caprichosas dictan.
A
finales de los setenta, en Ciudad Juárez y en otras muchas ciudades
de lo que Ramón López Velarde llamó Tierra Adentro, mentes muy
jóvenes estábamos leyendo poesía y escribiendo versos eludiendo
las preceptivas de profesores, bohemios e inspirados que declamaban
poemas de Bécquer a la menor invitación.
El
tallerismo ya empezaba a dar de qué hablar en la Ciudad de México,
pero en los demás estados, querer ser poeta y permanecer en la
ciudad natal parecía un contrasentido. Es aquí donde entra el
nombre de Óscar Oliva. El 24 de mayo de 1974, en un avión
procedente de la capital del país, llegó a San Luis Potosí el
escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja. Óscar Oliva, entonces
Director de Literatura del INBA, y Donoso habían realizado un plan:
formar un taller literario piloto en el centro geográfico de México
para buscar multiplicarlo por todo el país.
El
Taller Literario del INBA en San Luis contribuyó a formar a
escritores como David Ojeda, Ignacio Betancourt, José de Jesús
Sampedro, Laura Elena González, Armando Adame, Alejandro García,
Pedro Ángel Palou, Félix Dauajare, María Teresa Martínez, Enrique
Márquez y Juan Villoro.
En
los años siguientes, Ojeda, Sampedro, Adame y Betancourt se
dispersaron por el país dando concreción y forma al proyecto de
Carlos Oliva y a su tutor encargado Miguel Donoso: Sampedro en
Torreón, David Ojeda en Juárez, Betancourt en Colima y Adame en
Celaya.
Los
escritores no nacen de la tierra como las turbias raíces que Eliot
encontró en su poesía. Los poetas y los narradores se hacen cuando
sus capacidades de lectura se convierten en herramientas críticas
para el acto de escribir. Cuando
la escritura deja de ser un hobby
o un acto de dilettancia,
se
transforma en un trabajo al que hay que dedicarle el mayor esfuerzo.
La literatura no es un acto de talento, sino de entrega prolija a la
construcción de una voz y de una postura inteligente, formada y
racional ante el idioma. El poema traba una relación interpretativa
con el lector y tiene la virtud de hacer más amplio al mundo.
Óscar
Oliva, que ha gastado casi toda su vida en crear, organizar, promover
e impartir talleres literarios, sabe esto. A causa de su pasión por
ser un maestro artesano verbal, yo recibí sus dones de mano de David
Ojeda, mi mentor y el hombre que me hizo, y también por Óscar Oliva
yo hice lo propio con los muchos escritores que han pasado por mis
talleres. Es pues el momento de decirlo:
Òscar
Oliva, maestro de todos, muchas gracias.
JHCH/Acuña Town, Coahuila, 30 de noviembre de 2021.