Por MIGUEL DÍAZ
Esta reseña es también una carta de amor a una artista, a un proyecto y a la visión de un mundo demencial y radicalmente diferente. Seguir los caminos musicales y artísticos de Alejandra Ghersi (Caracas, Venezuela, 1989) es una tarea difícil, no solo por su prolijidad (desde el 2006 ha publicado 10 álbumes, 7 EPs, 5 mixtapes, más de 30 sencillos, y su trabajo de producción cuenta con más de 11 álbumes de artistas como Björk, Kanye West, Frank Ocean, Kelela, FKA twigs, Blood Orange, entre otros muchos), sino también por la densidad y complejidad de su sonido, que va desde la electrónica experimental, el pop avant-garde, la música clásica y la música latina, entre otros.
En esta ocasión, intentaré acercarme a su último trabajo, el mega proyecto KICK, compuesto de 5 álbumes: KiCk i (2020), KICK ii, KicK iii, kick iiii, kiCK iiiii (2021), que desafía toda conformidad sónica y musical, a la par que explora a profundidad temas como las convenciones sociales, el entendimiento que tenemos de lo humano, el género, su identidad no binaria, el disfrute de la sexualidad, el deseo, la libertad y su amor por la comunidad trans. En esta serie de trabajos Arca involucra la parte visual de manera importante, tanto en los diseños de los álbumes, el video de ‘Pradra/Rakata’, los vestuarios y visuales de actuaciones en vivo, creando una microcosmos del arte desde un futuro androide.
En el primer volumen, KiCk i (2020) parece hacer una progresión de su sonido en discos anteriores como Arca (2017) —su primer trabajo paradigmático, al contener letras cantadas, la
mayoría en español, a veces siguiendo técnicas de improvisación y adaptación de la tradición lírica latina a un sonido de música de cámara, mezclado con ambient y techno— pero acá muestra un marcado interés por la música urbana, como el reguetón (‘Machote’) y el dembow (‘KLK’, feat. Rosalía), sin abandonar su energía de invención electrónica (‘Riquiquí’) y experimentación formal (‘Time’ o ‘Afterwards’ donde pone a Björk a cantar un poema de Antonio Machado). Parece ser KiCk i una prueba de todo el proyecto, una introducción a ese mundo sensual de mutante poesía alienígena.
A finales del 2021 Arca sacó por fin el proyecto completo, que incluye cuatro álbumes más, cada uno con un sonido diferente y a la vez complementario. En KICK ii empieza con ‘Doña’, donde hace su aparición como un personaje vanguardista, una bruja buena que pare seres monstruosos y tiernos en un mundo artificial que transgrede y sofistica todos los valores de belleza y normalidad. Desde el segundo track (‘Prada’) se dirige a un público específico con el que se identifica y encarna sus circunstancias: las transformistas, lxs trans, las reinas del escapismo estético-moral, bajo la premisa: “rompe si tu quiere’ gozadera”; en ‘Rakata’ pone en primer plano su deseo enorme de comerse el mundo, mezclando urgencia sexual con dembow y electro-reguetón. Desquiciada, pone al límite los géneros musicales y sexuales en todo momento, no sin advertirnos: “Vengo a reventarte”, “quiero transformar”, “yo sé que hay brillo en esta oscuridad” canta en ‘Luna Llena’; o con una voz profunda que en ‘Lethargy’ se vuelve juegos vocales de r&b y trap, atravesados por efectos digitales como navajas que van cortando la melodía, reverbs, fragmentos de voz en loops que chisporrotean (‘Araña’), coros que se quiebran y resquebrajan como una cinta enredada, pianos poseídos por Auto-Tunes tocan líneas melódicas que se fragmentan como piezas de cristal (‘Femme’ y ‘Muñecas’), ecos industriales que a veces recuerdan los ambientes de contemporaneos como Four Tet o Burial. Aquí Arca crea un mundo sexual y caótico, con momentos para sublimar mediante texturas hipnóticas y diabólicas, con frases que se repiten (“esa rafaga / incesantemente”) en una mezcla de letanía cyberpunk, dichos populares y porno s&m: “dale confianza”, “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”, “empújamelo completo”, “azótame”.
En KicK iii mantiene el ritmo, de hecho es ligeramente más denso en cuanto a sonidos, más ricos en cuanto a diversidad, una búsqueda de ritmos afro-latinos y tribales, como el farruco y la tonada llanera venezolana, sin dejar de lado la electrónica. El personaje que mantiene desde KiCk i se desenvuelve con la fuerza y rudeza del rap, en una especie de performance tipo The Prodigy o Marilyn Manson, pero seductora, ávida, elegante y sexy, muñeca de metal que declara: “estas putas son mis hijas” (‘Bruja’) y “all these bitches are irrelevant, heaven-sent” (‘Señorita’) en un rap queer frontal; o con chirridos que recuerdan a NIN en ‘Fiera’; o a los coros enloquecidos de Björk en ‘Ripples’, y a los juegos sonoros de Aphex Twin en ‘Skullqueen’, pero más allá de las comparaciones obvias de la electrónica, lo que llama la atención es su capacidad de integrar eso a su viaje personal, a su característica de volverlo un jolgorio, una fiesta rave, o de lo contrario. derretirlo todo en ruido, más cercano al noise rock y el shoegaze; en ratos, algunos fragmentos podrían ser piezas olvidadas de Sonic Youth o de My Bloody Valentine.
Continua con kick iiii, en lo que parece ser un piano desafinado donde una fría voz robótica habla del encuentro con lo desconocido y su sed de sangre por la belleza (‘Whoresong’), para dar paso a una nana fantasmal, con la aparición de violines y coros etéreos (‘Esuna’ feat Oliver Coates, ‘Altar’ y ‘Paw’) que reverberan en chisporroteos electrónicos
(‘Xenomorphgirl’), que se trasviste de empoderamiento (‘Lost Woman Found’) o de himno lgbtero (en ‘Queer’ canta: ‘I got tears, but tears of fire/ tears of power, tears of power/ I got tears like a queer/ Queer power’); mientras que los coros androides de ‘Witch’ crean mundos distópicos, hipnotizados por mantras, una fucking machine merging mortal monsters con ecos de pianos embrujados. A veces, a Arca le da por ponerse dark, alternativa, acústica, rockera y pachamama, decide tocar fibras sensibles y transmitir sónicamente todo un espacio de intimidad con una guitarra electrica, como en ‘Hija’, ‘Boquifloja’ y ‘Alien Inside’ donde una tormenta de guitarras se remolinan sobre la voz de la mismísima Sherly Manson, que escupe cosas como: ‘I’ll ask you to remember/ The first death/ The last birth/ The first time you recognize the alien inside/ A mutant feith”, hasta que es tragada por un agujero negro de eco. Estos remolinos de sonido que se empalman, de ruidos, voces y ganchos de sintetizador rigen todo el cuarto volumen de la serie, como una extraña sinfonía catártica.
¿Cómo se persuade uno en la cara del dolor?, es lo que pregunta Arca en el último álbum, kiCK iiiii, que tiene un sonido más tranquilo, piezas de piano para arrullar deseos y caprichos, para mecer las más dulces perversiones: “Dime si tu quieres reventar/ Y pegar unos cuantos gritos”, ofrece descarada en ‘Chiquito’; o en suaves melodías de guitarra (‘Estroguen’), tonadas como de clavicordios (en ‘Ether’ o en ‘Músculos’ donde la melodía es dislocada por ritmos mecánicos) y sintetizadores (‘Amrep’), poema androide que zumba su fe entrópica (‘Sanctuary’), o esas arpas digitales con ecos (‘La Infinita’) que transmiten serenidad, a veces interrumpida por piezas instrumentales asombrozas (como la deliciosa ‘Fireprayer’) o con coros desgarrados por ruido blanco y beats, como en ‘Crown’, con la que termina uno de los trabajos más ambiciosos y logrados de la música electrónica contemporánea.
Por momentos, el proyecto KICK nos lleva por senderos inesperados, piezas instrumentales, máquinas de ruido, ritmos para las pistas de baile, melodías sensibles y reflexiones íntimas, o a veces amenazante como para derretir el cerebro. Esto último fue realmente lo que sentí en su presentación en vivo en la Ciudad de México (añadidos los efectos de luces, pantallas y unos miligramos de lsd), toda una experiencia extraterrestre verla subirse a las tornamesas a bailar, hacer arriesgados pasos de voguing y arrojar flores a la gente -el fandom más impactante, extravagante y entregado que jamás haya visto-. Demostró ser la reina madre, la gran puta, la diosa mutante del neo-perreo, la araña que teje sus hilos sobre un mar de convulsas máquinas evolutivas, androide andrógina que representa a ese mar de monstruos bailando. Precisamente este proyecto de cinco álbumes es un excelente documento de cómo se vive en estos tiempos mutantes y enloquecidos, un ejemplo de a dónde va la música electrónica y el pop en general, y también es el trazo de una artista que está revolucionando los sonidos tradicionales y llevándolos a terrenos arriesgados, con un talento inusitado, ultramoderno y latinoamericano.
Playlist:
Sé TESTIGO