Por MIGUEL DÍAZ
Pocos momentos tan icónicos como la imagen de Sinéad O’Connor rompiendo en televisión nacional la imagen del papa Juan Pablo II. Tal acción altamente simbólica reflejaba no solo la rebeldía de una chica irlandesa de veintiséis años, también el coraje y el valor de una víctima de la violencia protestando por algo que ahora, con el paso del tiempo y las noticias de abuso sexual de sacerdotes de la iglesia, resultó justo y necesario. A partir de ese momento, para Sinéad su carrera y su vida personal fue el objeto de odio del público conservador, entre ellos Frank Sinatra que en tono amenazador le pidió que por su bien no se lo topara. Sin embargo, el gesto de la joven cantautora y activista fue un faro en medio de una época llena de violencia y oscuridad mediática.
Sinéad Marie Bernadette O’Connor nació en Dublín el 8 de diciembre de 1966, fue la tercera de cinco hijos de una familia católica. Desde niña sufrió violencia física y emocional por parte de sus padres, en especial su madre que la golpeaba y la obligaba a robar. A los 15 años terminó internada en asilo de monjas que la castigaban constantemente. En esa misma época fue descubierta por la banda In Tua Nua que le grabaron una canción, pero no la integraron a la banda debido a ser menor de edad. Una de sus primeras contribuciones fue grabar con The Edge, de U2, una canción para una banda sonora.
Su primer álbum, que grabó a los 20 años, llegaría en 1987, mientras estaba embarazada de su primer hijo. Sin duda, Lion and the Cobra es uno de los álbumes debuts mejor logrados que han salido de Irlanda. De un talento vocal difícilmente igualado, su voz es desgarradora, profunda y de una fuerza impresionante. Sus letras dotadas de una capacidad expresiva propia, beben de la tradición lírica irlandesa, de la canción de protesta y la frescura del pop (entre los nombres que apuntó como influencia iban desde Bob Dylan, Bob Marley y David Bowie, pasando por Siouxsie and the Banshees y Pretenders). Canciones como “Jerusalem” es una muestra formidable de cómo hacer un clásico, desde las guitarras funkies y los coros a lo Siouxsie, junto a la oscura melodía pospunk que acompaña a una letra enfurecida y de resonancias míticas (la versión en vivo es probablemente uno de los performances más alucinantes de la historia del rock, aquí el link: https://www.youtube.com/watch?v=5gD8QiWs9Hc). También “Troy”, donde a partir de “No Second Troy” de William Butler Yeats (aquí ella lee el poema: https://www.youtube.com/watch?v=YhFlWBo6n-s) desarrolla la historia de un amor perdido, enmarcada en los recuerdos de su adolescencia en Dublín y las resonancias épicas del mito clásico, en medio de arreglos de cuerdas que empiezan desde una sutil filigrana hasta poco a poco elevarse y explotar en medio de desgarradores gritos agudos.
Su siguiente álbum I Do Not Want What I Haven’t Got (1990) no solo es su proyecto mejor logrado, sino que la llevó al reconocimiento internacional, en especial por el cover de Prince “Nothing Compares 2 U”, que llegaría al número uno mundial. Ella misma produciría, grabaría y compondría casi en su totalidad, llegando a una intimidad asombrosa, con una diversidad sónica atractiva que va del rock alternativo al R&B, llena de matices celtas y una fuerza dramática única en los 90. En “I Am Stretched on Your Grave” canta sobre una base rítmica cercana al rap un poema irlandés del siglo XVII llamado “Táim sínte ar do thuama”, donde al final un arreglo de cuerdas típico del folklor irlandés le da un toque juguetón a la solemne letra. “The Emperor’s New Clothes” y “Jump in the River”, en cambio, serían una aproximación pasional al rock más duro, con letras honestas y frontales. Por el contrario, “Nothing Compares 2 U” es una pieza exquisita por su delicadeza, su interpretación tan emocional y desgarradora supera cualquier versión habida y por haber, con arreglos de cuerdas que soportan un dramatismo vocal que actúa vívidamente en el video musical donde la expresividad de sus grandes ojos azules contrasta con la simpleza de su cabeza rapada (como una forma de protesta a los estereotipos de belleza femenina). Este dramatismo nunca se ve forzado, siempre trasluce veracidad y talento. En “Last Days of Our Acquaintance” empieza igual desde esa sencillez intimista para explotar en un arrebato de honestidad brutal en una marcha en crescendo de guitarras y batería mientras resume el fin de una relación diciendo: “This is the last day of our acquaintance/ I will meet you later in somebody’s office/ I’ll talk but you won’t listen to me/ And I know your answer already.”
En 1992 sería el inicio del fin de su carrera, cuando en Saturday Night Live canta a capella “War” de Bob Marley y rompe la foto del Papá (https://www.youtube.com/watch?v=ZSLyEPeWjNk) como protesta a los abusos sexuales de miembros de la iglesia católica a niños irlandeses. Nada volvió a ser igual, le negarían espacios, la criticarían todo el tiempo en la prensa y la llamarían la enemiga de América. Sin embargo, ella nunca se detractó, soportó y siguió manteniendo su activismo en distintas causas, entre ellas el apoyo a personas con VIH, la guerra de Irlanda o la discriminación racial y religiosa. Ese día, no solo rompió la foto del líder de la iglesia que encubrió los casos más aterradores de pederastia, también cambió la manera en que vemos a los artistas pop, dejando un ejemplo de valentía nunca vista en la historia de la música.
La muerte de Sinéad O’Connor este 26 de julio pasado deja un vacío inigualable en el mundo del arte, por su valor civil y por su atrevimiento en el que una mujer joven puede usar su voz no solo para cantar, sino también para hablar a favor de otros o posicionarse frente a la rapacidad de quienes tienen poder, y advertirnos de luchar contra los enemigos reales. Nos lega, de la misma manera, su inigualable talento en composiciones a la altura de sus activismos, con canciones que enmarcaron una época y que tocan, sin duda, las fibras emotivas de quienes se tomen el tiempo para apreciar su obra.
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