Miguel Díaz
Últimamente, en redes sociales la gente parece más interesada en temas como la astrología. No sé a ciencia cierta si es que en estos tiempos pandémicos de incertidumbre y encierro la sociedad se ha vuelto más ociosa o en verdad busca algo de guía en el zodiaco. Es interesante notar cómo las creencias de la sociedad moderna parecieran ser extraídas de un gran menú de donde se puede escoger una ideología y aderezarla de otras distintas, según las necesidades del usuario o el pulso de los tiempos. Tal fenómeno de hibridación también ocurre en el arte, constantemente se producen propuestas artísticas sin límites de género, obras donde se integran en un mismo paquete todo tipo de estilos y estéticas.
El último trabajo de Tahliah Barnett, mejor conocida como FKA twigs, es un claro ejemplo de este fenómeno sincrético. La artista británica desde hace unos diez años ha elaborado un sonido propio: una mezcla de electrónica avant-garde (frecuentemente de tonos densos), R&B (apenas bailable) y pop elegante de melodías oscuras, entre otras tantas cosas. Hasta este momento, twigs solo ha sacado dos LPs (LP1 en 2014 y el delicioso e iconoclasta MAGDALENE del 2019), un puñado de EPs (EP1, EP2 y M3LL155X) y un montón de singles sueltos. Desde el comienzo ha producido y escrito su propia música, a la par que ha hecho constantes colaboraciones con otros productores y músicos. CAPRISONGS es su primer mixtape oficial y su último trabajo de estudio, también parece querer decir que no es realmente un álbum, sino una especie de obra alternativa, una colección de sonidos grabados en estos tiempos de encierro. La verdad es que suena a un álbum formal, y solo está probando un sonido más global, intentando ampliar su audiencia y experimentando con géneros distintos.
La idea de mixtape le da al experimento de twigs un sentido de juego, de libertad y capricho, el chasquido de un casete que es repetidamente interrumpido por charlas grabadas y breves diálogos y, sobre todo, canciones donde su pop electrónico ensaya todo tipo de mezclas: R&B, afrobeat, hyperpop, trap, grime, reguetón, soul, coros de cámara, cuerdas y pianos, drum’n’base, squeak rap, etc. Tal diversidad también se explica por la gente a la que invita a coproducir, tales como Arca (Yas Queen!), El Guincho (Pablo Díaz-Reixa, conocido por ser el productor de Rosalía), Mike Dean o Cirkut; o a quienes invita a cantar, como los raperos británicos Pa Salieu, Shygirl, Dystopia, los cantantes canadienses The Weeknd y Daniel Caesar, la hermosa Jorja Smith, Unknown T o el nigeriano Rema.
Oír el álbum es casi un reto de identificar géneros, colaboraciones y sonidos que se van mezclando e interpolando. Desde “Ride the dragon” define sus intenciones de hablar de su intimidad (ya pública, no solo por el contenido confesional de las letras, también al ser ella atacada constantemente en la prensa amarillista británica por haber sido la ex de Robert Pattinson, o por acusar de asalto sexual y manipulación emocional al actor Shia LaBeouf), sin embargo, aquí sus afirmaciones las realiza irónicamente (“I’m still that mysterious bitch”), reconociéndose y estableciendo sus propios términos. “honda” es rap-trap-pop en afrobeat, con coros de cámara de fondo, todo listo para bailar. La música coral acompaña todo el álbum, al igual que los diálogos en estilo spoken word que funcionan de transición entre canciones; a veces desempolva cortes clásicos con instrumentos modernos, por ejemplo en “meta angel” los arreglos vocales recuerdan un poco a experimentos tipo Kate Bush o Tori Amos, en una balada de piano con base electrónica y Auto-Tune. Hay también sonidos muy básicos, con ritmos del afrobeat bastante pegajosos, donde canta en registros vocales próximos al pop mainstream de Ariana Grande o Dua Lipa en canciones como “pamplemousse”, “tears in the club”, “jealousy” o “minds of men”, sin embargo añade ritmos y fraseos robados al trap o al grime que vuelven a las canciones mega catchy y poco clasificables. Hay colaboraciones deliciosas como la de “careless” con Daniel Caesar, de una melodía temblorosa y requiebros de voces burbujeantes en electro beats; o la colaboración con Jorja Smith en “darjeeling” con su acelerada competencia de cuasi freestyle.
La verdad es que un disco bastante divertido (los beats y los coros ay-ay-ay de “oh my love”, “lightbeamers” con su squeak rap y falsette y “which way” de ritmo acelerado y coros saltarines). El mixtape termina con “thank you song” la típica, pero bonita balada de piano y vocecitas en Auto-Tune, que vuelve el final del proyecto un poco predecible; en un momento parece que va a explotar en un hyperpop estilo Charlie XCX, pero lamentablemente aquí la canción concluye muy rápido, igual que el mixtape.
Todo este juego con la astrología en el álbum parece ser un pretexto para mezclar aesthetics diversos, sin sumergirse seriamente en los temas que pretende explorar, sino que los usa para dar rienda suelta a sus experimentos sonoros. Divaga apenas sobre la pérdida de la individualidad, la fama, el deseo, el ser mujer, la soledad y el desamor, pero es el sonido bailable a lo largo del álbum lo que siempre permanece; como quien dice, un disco para echar una lloradita y después ponerse a perrear.
Este es un proyecto atractivo, tal como lo propone FKA twigs; sobre todo si lo que pretende es alcanzar un público más diverso y amplio, pues funciona genial como un jugueteo sónico de voces y ritmos bailables y desafiantes, con ganchos frescos y beats para las pistas de baile de nuestros cuartos o de los clubes nocturnos.
FKA twigs – CAPRISONGS, UK, 2022, Atlantic Records.
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