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MÚSICA

Junior H – Mi Vida en un Cigarro 2

DIEGO ROMO

Cuando escuché los corridos tumbados me situé en la extrañeza: algo me mantenía, pero no sabía qué era. En realidad, no hace falta buscar mucho en internet para leer que este género es reciente e irse con la idea de que se define como una combinación de hip hop, rap, trap y música regional mexicana o sierreña, con temas sobre sustancias adictivas y violencia. Sus exponentes son jóvenes, hablan del contexto que siempre habitamos, pero visto a su manera: Natanael Cano, Dan Sánchez, Junior H son nombres que emergieron de la disquera Rancho Humilde y que han contribuido al género. Pero creo que para empezar hay que dejar claro que si nos gusta la música hay que saber aprender y estar dispuesto a hacerlo. Hay que saber escuchar para entender, por ejemplo, que estas voces surgen desde las nuevas generaciones, y que cada generación vive sus géneros musicales y los temas sobre los que se habla o se prefiere callar. Y esto es el qué y el cómo.

Entre todos los músicos de corridos tumbados, llamó mi atención Junior H, nombre artístico de Antonio Herrera Pérez, nacido en Guanajuato en el 2001, y a quien escuché por primera vez en una canción de Natanael Cano. Se ha convertido en uno de sus principales expositores y cuenta con una amplia discografía considerando su edad. Entre sus álbumes está Mi Vida en un Cigarro (2019), Atrapado en un sueño (2020), $ad Boyz 4 Life (2021) y su más reciente producción, bajo el sello de Z Music Group y Rancho Humilde, Mi Vida en un Cigarro 2 (2022). Lo destacable de este artista es que se trata de un storyteller de las nuevas generaciones. En una entrevista con Vice, Junior H comentó que los corridos tumbados se distinguen principalmente por la letra, que él habla de lo que le sucede, de sus cosas cotidianas; y si somos objetivos, podríamos coincidir en que más importante que saber si de verdad los artistas viven o no lo que cantan, es que sus canciones se sientan como si fueran también parte de nosotros: el placer y sus excesos, las drogas y su (ab)uso, las tentaciones, el duelo, la tristeza y la muy personal superación son cosas de las cuales (tal vez) no todos escribimos, pero nos atraviesan, las vivimos y reflexionamos.

En este último álbum nos encontramos ante escenarios que conforman pequeños atisbos de una realidad que se vive en el país. Con 21 canciones y una hora y veinte minutos, el álbum se sostiene musicalmente en los ritmos melódicos y violentos de las guitarras y en un fraseo bastante cuidado, más propio del rap y los juegos de palabras que del tono lírico al que la música regional se suele apegar. Además, muestra al menos cuatro ejes que funcionan como un leitmotiv general: la muerte y el duelo, las drogas, los placeres y las tentaciones, y la vida. En Mi Vida en un Cigarro 2 lo cantado no pretende solo quedarse en una descripción de los hechos, sino que es asumido e interpretado por una voz que habla también desde lo suyo.

En el álbum se canta de las despedidas, de aquellas que nos arrebatan a alguien, se canta para recordar y para hacer que la memoria hable. “Esta vida” es acelerada como galope de caballo y “Nunca tristes siempre locos” corre más lenta y cadenciosa, pero ambas evocan a quienes no están, y celebran que de lo que se va, algo siempre queda. También sobre la opulencia, el exceso y la superación se canta, y “Como Jordan” describe el éxito y el dinero, la motivación por encima de la precariedad y la envidia: el viejo lobo que es como Michael Jordan, porque anda “con un pelotón en la mano” y porque ambos pueden ser considerados los mejores en su clase, es el mismo que para ayudar a estudiar a su hermana “bien pilas se puso a chambear”. En “Empresa Fly Club”, de ritmo de guitarras rápido y con el estira y afloja en la forma de narrar, se canta una imagen diferente del artista, esbozada antes por otros raperos: la del empresario. Junior H muestra un corrido con versos muy bien construidos, codificados (“cuando los vean zumbar la perla, amigazos / porte empresario, bajo el agua no la navegamos / son cachanilla’, pa los R, saludazos”); sugerentes (“pura vitamina la miel que sacamos / el dispensario que pegó, y no en el gabacho”); e irónicos (Dios que nos libras, cuídanos de esto”). El juego semántico apunta hacia dos posibilidades: el del dealer y el del músico que hace y vende su producto.

Toda esa estética de manejar drogas, rodearse de mujeres, mover balas y loquear se canta también en otras canciones. “Qué hay que hacer” abre con una melodía que crece y cuando está arriba, calla: el silencio frena de golpe para adentrarnos en versos que hablan sobre el exceso de lujos, de placer y la ausencia de los enemigos. Junior H juguetea con la estructura de sus letras, experimenta con la musicalidad de las palabras, siempre con un argot que pretende sugerir la droga y la lujuria: “me pegué / un lineón de ‘p’ en las ‘b’s’ de una princess”; sin dejar de lado el guiño al Cartel de Santa: “soy un perro pa’ las perras”, y al gobierno: “póngase la verga atrás”. En “Extssy Model” hay una analogía entre el placer del sexo y las drogas, una celebración de las tentaciones, de la recaída y el deleite. “Número 7” habla del negocio que es casi una tradición casi familiar. El cambio que hay en el estilo del fraseo de las estrofas al de los coros es exquisito: con los acentos tan bien colocados que las palabras se alargan y se acortan, se les da forma: es un baile en los versos, una melodía vocal bastante dinámica. “El Pelos” es un dueto muy armonioso en el que alterna con Jr Torres, un corrido sobre una emboscada: un corrido que retoma lo que se dice popularmente: de que lloren en tu casa a que lloren en la mía: “no es que sea yo un hombre malo / tampoco soy un dejado / ellos me querían matar”.

Este álbum representa el corrido tumbado: las melodías con ese toque de entre nostalgia y bajón; los cambios rítmicos y las armonías de las guitarras y bajos; los silencios y los versos sugerentes, los cantados y los que se parten y se construyen desde el rap; la narrativa en las letras, en las que hay una mezcla de lo personal con las historias de las que se habla: la droga, el amor, el placer, el duelo y la muerte nos marcan a todos nosotros. Digamos en otros términos más sofisticados e interesantes que los corridos tumbados son un registro, materializan el bagaje de experiencias que viven los jóvenes, sobre todo las que habitan un contexto que puede estar marcado de un lado por la pobreza y el narcotráfico y del otro por el despilfarro y éxito. Porque escuchar música es también iniciar un viaje por otras historias con otros contextos, y conocerlos para aprender a entenderlos, sin saber nunca de dónde vinimos y adónde llegamos.

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