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Libros

SOBRE MARIANA ENRÍQUEZ Y EL ASOMBRO

Violeta García

En ocasiones el hábito de la lectura analítica, el bagaje, la acumulación de autores, las tareas relacionadas con la corrección literaria sumados al bombardeo de noticias y la inmersión en la rutina hacen que uno pierda por momentos la capacidad de asombro. Al menos así me había ocurrido en este periodo de aislamiento por la contingencia. Cosa triste porque, al igual que para muchos, para mí la literatura representa un escape, un refugio contra la realidad abrumadora.

Los días pasados podía leer con atención y relativo gusto. Reconocer las cualidades de los autores, incluso admirarlas o envidiarlas, pero ya no era capaz de conmoverme. Leía (lo mismo que bebía y comía), por compulsión y por costumbre, sin encontrar la saciedad de antes, aunque tampoco me lo cuestionaba mucho. Ni siquiera había pensado que se tratara de algo “anormal”. Y entonces me obsequiaron “Nuestra Parte de Noche” de Mariana Enríquez, que trata sobre un médium de una Orden Oscura en Argentina que busca salvar a su hijo de sufrir el mismo destino que él.

Lo comencé con entusiasmo porque el año pasado ya había devorado un par de libros de cuento de ella. De todas maneras lo que pasó a continuación fue abrumador, inesperado y es lo que yo denomino “un pequeño milagro”: Tuve una regresión a esos días de adolescencia en que sin buscar virtudes literarias me metía en la historia, la musicalidad de las palabras me atrapaba al grado de no permitir detenerme a pensar, sino querer al mismo tiempo y con gran avidez avanzar en la lectura, pero también que nunca acabara. Apenas pasadas unas páginas supe que sería un libro que extrañaría al terminarlo.

Pocos autores me han provocado eso, y a medida que el tiempo pasa es cada vez menos frecuente, pero Mariana Enríquez me sacó (lo hace cada vez) de la distancia calculada que uno toma de las letras porque la labor literaria así lo requiere. Me remitió a los tiempos en que Mishima, Rimbaud o luego Vila-Matas y Paul Auster me llevaron a momentos de fascinación, de voracidad por vivir… o cuando era adolescente y en el taller literario de David Ojeda empezaba a experimentar con formas y palabras y todo me maravillaba.

Por supuesto que al terminar la lectura tuve algunas críticas o consideraciones, pero ellas no lograron menguar ese estado en el que me habían sumido las atmósferas. También me fue posible ahondar luego en la manera en que ella entreteje la fantasía con una realidad política, con el espíritu argentino, y con otros tantos elementos que balancea con una naturalidad que se disfruta en lo sencillo de su prosa.

Finalmente, la novela vino a reafirmar mi opinión de que lo siniestro y el horror, a pesar de moverse en los márgenes o precisamente por ello, se han mantenido vigentes, y que a pesar de que en el imaginario popular este arte resulta inocuo por tener temáticas aparentemente fantasiosas, en realidad responde y critica la realidad con la que interactúa, pero lo hace mediante la metáfora, con sus propios elementos discursivos. Su aparente marginalidad les otorga una libertad para abordar temas sociales, utilizar la ficción o el simbolismo como mecanismos para comprender una realidad cruda con una mirada crítica sin entrar en las dinámicas convencionales.

Así que por eso agradezco profundamente su lectura y me entrego de nuevo a la creación con una motivación renovada.

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