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Ensayo

LECCIONES DE NARRATIVA EN “EL HIJO DEL CORONEL” DE DAVID OJEDA. PARTE 1. Narradores. El sensible, el borracho y el sabelotodo.

Dán Lee

En esta novela el narrador potosino David Ojeda ejecuta varios ejercicios (¿retos?) “clásicos” de la narrativa: una historia que sucede únicamente en un día (el 25 de diciembre de 2007), varias historias que se entrelazan en un mismo momento, el arranque de la novela y de cada capítulo se da con el despertar del personaje principal, por citar tres ejemplos. Aunque cada uno de ellos se presta para un análisis puntual, en este artículo he elegido otro recurso de los más buscados en talleres literarios y que tantos narradores han intentado: usar las tres voces narrativas para contar una sola historia. Lo que en algunas obras pareciera cumplir un mero capricho, en El hijo del coronel se convierte en un ejemplo de cómo utilizar esta herramienta con una función clara. Ojeda utiliza una voz narrativa diferente en cada uno de los tres capítulos, con objetivos precisos en cada uno de ellos.

            1. En el capítulo 1 el narrador en segunda persona es la conciencia del personaje Marcelo Azuara, un coronel boina verde retirado del ejército norteamericano, oriundo de Ciudad Valles San Luis Potosí, hombre con una sed insaciable de control y poder, acostumbrado a mandar y obtener lo que quiere. Este hombre, obligado a endurecerse desde la infancia, reprime dentro de sí cualquier asomo de sensiblería, empatía o ternura. Este cúmulo de emociones se expresa en una voz inconsciente que describe y narra la historia de Marcelo Azuara desde su huida de la huasteca potosina hacia Chicago, el entrenamiento militar, el cortejo y matrimonio con su esposa Victoria y la relación rota con su hijo. Ojeda utiliza la segunda persona para relatar todo aquello que resultaría inaceptable para Marcelo; para revelar secretos, y especialmente para que el lector descubra los esfuerzos que hace el coronel por enterrar su lado emotivo, la lucha que se establece en el interior de un hombre para mantener su “dureza” frente a su entorno y el precio que tiene que pagar por ello.

            Dicen los que saben de narrativa que una de las funciones primordiales de la segunda persona es el acceso al lado oculto de un personaje, a lo inaceptable, lo inconsciente.

            2. En el capítulo 2 la voz elegida es la primera persona. El personaje-narrador es el médico Fernando Carrillo, habitante de Ciudad Valles, San Luis Potosí, reconocido en su comunidad tanto por el prestigio de su profesión como por ser uno más de los “bohemios” de la ciudad (un borrachito alegre, pues). En sus tiempos universitarios, el doctor Carrillo fue pretendiente de Victoria, la esposa del coronel Azuara, cuando ambos estudiaban medicina. Carrillo recibe una llamada que lo extrae del sueño y lo arroja al trabajo y a enfrentarse con recuerdos de aquellos días en que cortejó a la distante y recatada Victoria.

            Por medio de este narrador, Ojeda se permite explorar las emociones y pensamientos del personaje Carrillo de forma natural. El punto de vista de este capítulo se enfoca en todo momento en las acciones y recuerdos del doctor, quien viaja por su memoria en aparente desorden, opina sobre lo que ve o vio sin que dichas opiniones se sientan forzadas por el autor, y con la desventaja de ignorar elementos de la historia que el lector ya conoce luego de haber cruzado el campo de pruebas del primer capítulo.

            En este capítulo David Ojeda ejemplifica algunas de las funciones principales de la primera persona como herramienta narrativa: tono de confesión, testigo, cercanía de la voz que narra con los eventos relatados, libertad para expresar opiniones e impresiones íntimas.

            3. Llegamos al capítulo 3. Aquí se presenta una vuelta de tuerca de gran manufactura, que no describiré en detalle para no arruinar la sorpresa al futuro lector. Sólo diré que se centra en el hijo del coronel Azuara y su pareja sentimental, quienes están por anunciar su enlace formal cuando la noticia de un accidente les trastoca los planes. El narrador es un clásico omnisciente, que tiene la capacidad de entrar en la mente de los personajes para describir pensamientos, emociones y sensaciones. De la misma forma, conoce la historia de los personajes y puede relatar episodios del pasado de ellos con detalle, abarcando los acontecimientos y las reacciones internas de los actores en todo momento. Ojeda se vale de este recurso para narrar la forma en que el hijo del coronel y su pareja se conocieron hasta el momento presente y sus planes futuros sin limitarse a un solo punto de vista; por ejemplo, el lector puede experimentar la relación sexual entre ellos desde el punto de vista de cada uno, con sus opuestos y sus coincidencias.

            Como conclusión, en El hijo del coronel David Ojeda despliega un uso efectivo de las tres voces narrativas con ejemplos que bien pueden servir a cualquier curso de escritura creativa que requiera modelos efectivos naturales, al servicio de la historia.

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