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Cine

}}}pssst, pssst, Madigan…

…es claro que a la Academia de Hollywood le tiene sin cuidado lo que se diga a propósito de sus nominaciones al Oscar, mucho más si ni siquiera le llegan porque corresponden a los márgenes de los márgenes. Es evidente que del tamaño del sapo es la pedrada, y que si alguien la tira no es sobre la Academia, ni siquiera sobre la nominación, y que en este caso no pone en peligro a la nominada, y váyase a saber si pesa a la hora de la gran decisión cuando se torna caudal (yo creo que no, a menos que se deslice al vecino país y no parece ser este el caso), sino que se trata del afán de cooptar algo o a alguien. Así que cuando Patricia Reyes Spíndola profetiza la esclerotización de Yalitza Aparicio y lo hace con esas facciones de profesora regañona a la que la ha refundido Televisa, después del pase de gloria de la maestra Godzilla, Martha Zavaleta, en los Centros de Capacitación de Actores de Televisa, está echando tierra sobre sí misma, porque curiosamente la Spíndola se esclerotizó como la madre que asesina a sus hijos en Los motivos de Luz, una de las buenas películas de Felipe Cazals (1985). Esta actuación me la torna memorable y no necesito saber si obtuvo premios, porque de inmediato me lleva a través del cine a un mundo en el que las madres asesinan a sus vástagos porque la miseria les llega hasta el hueso y hasta el cuello. Cazals y Spíndola están dentro de una dignísima línea de reconstrucción del cine mexicano como búsqueda propia.

Lamberto Maggiorani, en Ladrón de bicicletas, es el mejor ejemplo de un actor no profesional, mas su actuación ha permanecido como trascendente desde 1948. Una, pero única. No es todavía el caso de Aparicio, si parece serlo el de Spíndola, porque no la integraré como Godzilla II a mi cementerio de personajes. En cambio continuaré mi romance con Luz.

De las opiniones descalificatorias en torno a los rasgos, a la indiez, a lo inflado, a lo aunque la mona… sólo nos muestra la punta del pie de un país que a ratos parece a punto de soltarse a mordidas sobre el Otro, como proyección de su vida irrealizada. De Goyri ni qué decir, no sé si alguna vez ganó una Diosa de Plata o un Ariel, ahora no me interesa si hizo Belascoarán Shayne, el caso es que lo que sale por ano le perfumó la boca y lo soltó. Si usted piensa y esa piedrita a qué sapito va dirigido por este compa, tiene razón, es nada más para cotorrear con usted, testigo de Madigan.

Alejandro García

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