Julián Mitre
La nula presencia de cintas de ciencia ficción mexicanas en las salas de
cine podría hacernos creer que a los cineastas nacionales no les interesan las
historias de corte futurista, sin embargo, desde mediados del siglo veinte
hasta la fecha, se han filmado películas de este tipo. En esta ocasión
conoceremos un poco sobre este género en México.
El cine de ciencia
ficción hecho en nuestro país se inaugura en 1946, con la cinta El moderno Barba Azul, protagonizada por
el actor estadounidense Buster Keaton. La trama muestra a un ex marine de la
Segunda Guerra Mundial que es confundido por la policía mexicana con un asesino
en serie; para librarse de la pena de
muerte se ve obligado a pilotar un cohete experimental a la luna.
Dos años después llegaría
El supersabio con Cantinflas
interpretando al ayudante de un científico que trabaja para crear una sustancia
que sustituirá a la gasolina, este invento llevaría a la quiebra a una gran
corporación, la cual utiliza todos los medios de los que dispone para evitarlo.
La muerte repentina del científico y una serie de confusiones harán creer a los
villanos que Cantinflas posee la fórmula de su patrón.
La combinación de comedia con tópicos clásicos de la ciencia ficción siguió presente en la década de los cincuenta y sesenta en cintas como: Los platillos voladores, estelarizada por Resortes, El conquistador de la luna de Clavillazo, Los astronautas, de Viruta y Capulina, o La nave de los monstruos, con Piporro como el héroe en turno. En esta última cinta, que goza del estatus de película de culto dentro del género en todo el mundo, una nave proveniente de Venus, tripulada por dos mujeres en busca de hombres para repoblar su planeta natal, aterriza en nuestro mundo debido a una avería, ahí las venusinas se encontraran con Laureno, un pueblerino mitómano cuya fisonomía lo hace el candidato perfecto para ser capturado.
Durante esta época las cintas estaban claramente influenciadas tanto por las producciones hollywoodenses como algunos clásicos de la literatura. Es el caso de El hombre que logró ser invisible (inspirada en el relato de H.G. Wells) de 1958, El ladrón de cadáveres de 1956 y Orlak, el infierno de Frankestein de 1960, que retoman la idea de resucitar a los muertos por medios científicos de la obra de Mary Shelley, mientras que en Aventura al centro de la Tierra de 1965, Javier Solís le da el toque mexicano a la historia de Julio Verne al vencer a una terrible criatura cantando un bolero.
En el cine de luchadores
la ciencia ficción se mantuvo presente prácticamente desde sus primeros filmes.
En 1954, vemos al gladiador rudo conocido como el Médico Asesino servirse de un
laboratorio y algunos gadgets para enfrentarse a una banda de criminales liderados
por El enmascarado de plata, en la cinta homónima. Más tarde personajes como
Santo, Blue Demon, Neutrón y Mil Máscaras, entre otros, habrían de enfrentarse constantemente a
extraterrestres, científicos locos, viajes en el tiempo y dimensiones paralelas.
La producción de cine
de ciencia ficción nacional bajó considerablemente para la década de los
ochenta y fue hasta los noventa que resurgió, aunque sin alcanzar la popularidad
y exposición de la que gozó con los filmes de cómicos y luchadores.