Julián Mitre
Continuando con la
serie de subgéneros en el cine de terror, en esta entrega hablaremos del gore,
el cual se centra en la violencia gráfica extrema, la mutilación y la
exposición de vísceras.
El antecesor de este tipo de películas se
encuentra en la corriente teatral francesa del Grand Guignol. El Teatro de la
Gran Marioneta fue fundado 1897 en el barrio parisino de Pigalle, por
Óscar Méténier, pronto se especializó en obras con una fuerte carga de horror y
comedia. De la mano de actores de gran talento interpretativo, del director Max
Maurey, el dramaturgo André de Lorde, conocido como “El príncipe del terror”, y
el escenógrafo Paul Ratineau, quien se encargó de desarrollar un sistema de
luces y efectos especiales, con el fin de aumentar el horror y el realismo en
las mutilaciones, las puestas en escena del Grand Guignol, centradas en el bajo
mundo parisino, la infidelidad, el incesto, los crímenes sangrientos y las más
bajas pasiones humanas, ganaron fama internacional.
En 1963 la cinta Blood Feast de Herschell Gordon Lewis, con claras influencias
del Grand Guignol, no escatimaba
al momento de mostrar en pantalla desmembramientos, torturas físicas y grandes
cantidades de sangre. Un año después Herschell filmaría 2000 Maniacs y luego Color me blood red, para completar su trilogía sangrienta y
ganarse un lugar en la historia del séptimo arte como el Padre del gore.
El gore también es
conocido como splatter (salpicar)
término acuñado por George Romero para referirse a su película Dawn of the dead de 1978, una de las
primeras del género con gran éxito comercial. Directores de la altura de Sam
Raimi o Peter Jackson comenzaron sus carreras con filmes de este tipo, destacando
las cintas Evil Dead de Raimi y Braindead de Jackson.
Si bien la exageración de los
efectos, los litros de sangre y los guiones casi siempre absurdos, le daban un
toque cómico al género, en las décadas de los 80 y 90 en países como Alemania y Japón se realizaban filmes igual de
sangrientos, pero con tramas más oscuras que no dejaban lugar para el humor. Muestra
de ello son Nekromantik de Jörg
Buttgereit, cuya trama gira en torno a la necrofilia o la saga japonesa Guinea
Pig, emparentada con el cine snuff.
A principios del siglo XXI surge una nueva ola de filmes que añaden al gore una fuerte y muy explícita carga sexual. Este subgénero sería catalogado, de forma despectiva, por algunos críticos como: gorno (contracción de gore y porno) o Torture porn. Estas cintas se caracterizan por añadir, a las infaltables mutilaciones, largas escenas de tortura, sadismo y violaciones. Cintas como Hostel (la primer película en catalogarse con dicho nombre) o Saw, fueron las pioneras de este subgénero, que ya tiene en su haber inquietantes películas llenas de imágenes brutales e incomodas como: Martyrs, The Human Centipede o la polémica y censurada A Serbian Film, que con su trama de secuestros, necrofilia y pedofilia, llevó al extremo el término de Torture Porn.
Con esto queda claro que el gore, ya sea en tono humorístico o de la manera más sórdida posible, se ha dedicado a explotar uno de los miedos más viejos de la raza humana: el de la debilidad y fragilidad del cuerpo humano.