Néstor Pompeyo Granja
El
álbum debut de esta banda canadiense es una gema sombría que, por
alguna razón, ha pasado inadvertida en muchos circuitos darquis, a
pesar de su potencial para convertirse en icono darqui. El proyecto,
liderado por la artista multidisciplinaria Elizabeth Fischer
(encargada aquí de la voz, teclado, composición y arte de portada),
se dedicó a practicar un refinado new wave con ángulos de post
punk, donde dominan las líneas de bajo, las percusiones epilépticas
y una voz ahogada que se devora a sí misma como los perros
humanizados de la portada.
“Dog
eat dog” es un álbum que muerde macizo y sin advertencias: son
ocho temas que van de la visceralidad agitada (“Learning to live”,
“It never happened”) a los teclados nebulosos, casi de serie B,
que se pegan como telarañas entre los dedos (“One in ten”,
“Prisoner of silence”). A veces parece que la garganta de la
Fischer se va a hundir en sus propios chillidos (“Analyzing”,
“Eye of the hurricane”) o que los patrones rítmicos tienen la
intención de llevar al escucha a una especie de trance catártico
(“Save me from ruin”). El álbum acierta en la creación de
estampas dramáticas, casi cinematográficas, que juegan con la
narrativa y la tensión hasta llegar al aciago desenlace en “Catholic
boy”: una canción minimalista de atmósfera sobrenatural, como el
humo de una flama recién extinguida, o el último suspiro de un
cuerpo enfermo.
Escuchar
“Dog eat dog” es darse cuenta de que la historia del rock tiene
una deuda con esta banda, cuyo lugar está junto a las grandes
creadoras femeninas de los 1980s: Nina Hagen, Siouxsie Sioux o Lene
Lovich. No hay forma de saber si la cuenta será saldada algún día,
pero en lo que llega la hora de averiguarlo, las personas interesadas
pueden recurrir a la página web de Elizabeth Fischer (quien, por
cierto, en 2015 se sometió legalmente a una eutanasia después de
ser diagnosticada con un cáncer terminal), donde se encuentra
disponible su música para descarga libre. La dirección es:
www.monkey-boy.com/efish.