De
un tiempo a la fecha ha quedado claro que, si el rock en México aún
tiene una oportunidad, esta se encuentra en el underground.
Sólo allá abajo pueden suceder cosas como Luna Negra: una banda que
en plena efervescencia dosmilera se atrevía a cultivar la vetusta
polilla de los 1980s y el aroma a rancio.
A pesar de su nombre y portada, lo de esta agrupación no es
precisamente negro. Es más bien un gris de aliento a cigarro. O un
azul borrascoso, azulcasimorado que reverencia con decoro al
fantasma de los primeros Santa Sabina. Un rocanrol vaporoso,
mortecino, azotado: del tipo de los que buscan expiarse en los humos
del alcohol, el tabaco y la poesía cicatrizante que, a fuerza de
poner el dedo en la llaga, cura sin menoscabar la valía del dolor.
El
disco está conformado por diez temas que van desde el homenaje a
Jaime Sabines (“Mi corazón”) hasta la elaboración de
imágenes poéticas originales, con alto impacto figurativo (“Amor
de humo”, “Sueño azul”). La voz de Nora González es
liviana, aunque firme evocadora de tragedias que se bluesean en la
oscuridad del bar o de un callejón solitario (“Quisiera”).
También es lo suficientemente dark sin necesidad de recurrir
a la retórica vampiresca (“A veces”, “La profecía”). Los
arreglos de teclado son como psicofonías de un tiempo que de pronto
se volvió lejano, y las guitarras son el médium que logra traerlas
al presente.
La
mala noticia es que, al parecer, Luna Negra sólo grabó este álbum.
Pero la buena noticia es que el Registro Histórico Contemporáneo de
la Música en Chiapas (lugar de origen del grupo) ha publicado el
disco para descarga libre en su página de Bandcamp. Una excelente
oportunidad para quienes gustan de un poco de veneno alcoholizado en
el inconsciente. La dosis está servida, y se puede encontrar en: