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LAS GLOSAS Y LOS AZARES III. Lezama Lima y el Contrapunto

Gonzalo Lizardo

Viajo a la ciudad de México mientras leo a Lezama Lima. “Sólo lo difícil es estimulante”,[1] me dice al comienzo de La expresión americana, para justificar su interés por el espíritu de lo americano: por la “forma” en que nuestro Paisaje deriva hacia un Sentido o una interpretación que nos defina. Tal definición implica que en esta deriva no sólo participa el “sujeto metafórico” —la persona o la sociedad— sino también su contexto, su circunstancia geográfica y telúrica. Si lo americano tiene una expresión barroca tan peculiar se debe no sólo al influjo de la historia, como sostenía Hegel, sino también al del paisaje: los flujos y reflujos del clima que nos impiden pensar o vivir con la melancolía del español o la severidad del reformista. Yo soy yo, pero también soy este paisaje, hermoso y cruel, áspero y espinoso.

La mejor prueba de esta hipótesis es Lezama mismo: un poeta cosmopolita recluido en una isla del Caribe, dentro de la cual, además, era marginado por un gobierno hostil. De ahí, acaso, la exuberancia de su prosa, su generosidad y su carácter. Al contrapuntear la Historia con el Paisaje, Lezama aplica un método que denomina “contrapuntístico”, y que Irlemar Chiampi explica por oposición: “En vez de relacionar los hechos culturales americanos por la relación causa-efecto, denunciando una progresión evolutiva, su contrapunto se mueve, erráticamente, para adelante y para atrás en el tiempo, en busca de analogías que revelen el devenir. Compara así nuestros textos con los de otras culturas alejadas en el tiempo y en el espacio”. [2] El contrapunto es una visión de la historia desde el punto de vista (lúdico) de la Eternidad.

Este método —que Lezama pudo aprender con  Gracián o con Bach—, se opone a la causalidad diacrónica de Hegel, y permite esbozar una imagen de lo americano a partir de dos categorías suplementarias: la tensión y el plutonismo. La primera yuxtapone elementos dispares para alcanzar una “forma unitiva” (como en la arquitectura virreinal del siglo XVI), mientras que el segundo es “el fuego originario que rompe los fragmentos y los unifica”. Entre el plutonismo que rompe y la tensión que unifica, este Contrapunto tenía que ser, para Lezama, el punto de partida para construir nuestra ontología. Un expresión común para los americanos, más allá de sus paisajes individuales. Todos vivimos, a nuestra manera, nuestra isla y nuestro exilio.


[1] Lezama Lima, José, La expresión americana, FCE, México 1993, p. 57.

[2] Chiampi, Irlemar, Prólogo a La expresión americana, p. 20.

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