…el príncipe Nejliudov debe asistir como miembro de un jurado a la causa que se sigue contra dos mujeres y un hombre por envenenamiento y muerte de otro. Se trata de un par de personajes de un hotel y de una mujer de la vida alegre, Maslova, que acompañó al hombre a su cuarto y allí le proporcionó una bebida con el tósigo que le costó la vida. No deja de ser extraño, porque ya antes la última chica había ido por dinero al lugar del crimen, ya que el cliente se había emborrachado y se había quedado sin liquidez. Lo que salta a la vista es que hay todo un acuerdo para dejar sin dinero al fallecido y hacerlo pasar por una muerte accidental. No pensaban que se les fuera a complicar el negocio. Fueron descubiertos y llevados al tribunal. Tienen abogados diferentes y hay más empatía entre el hombre y la mujer que trabajan en el servicio del lugar. Nejliudov entiende que la investigación está pegada con alfileres, y que es obvio que son los dos primeros bribones los que se han puesto de acuerdo para sacar provecho. El problema empieza cuando reconoce en Maslova a una bella e inocente chica que, en casa de sus tías, donde solía pasar las vacaciones, fue hecha suya por él, en momentos en que casi se incorporaba al ejército. Ha pasado ya buen tiempo de eso. Y que se despidió de ella, no sin darle cien rublos como compensación por la aventura. Nejliudov se siente culpable, pero también siente que cualquier gesto lo puede delatar ante los otros miembros del jurado o, incluso, lo más temible, de la corte entera, lo que pone en riesgo su autoridad moral. Así que aun cuando ve el caso francamente insostenible en su acusación de culpabilidad, que recae en Maslova, no halla la mejor manera de defenderla, aunque la injusticia es evidente. Hay otro jurado que tiene simpatía, más que argumentos, por la mujer; pero también hay el tosco presidente del jurado que cuida su investidura y no le importa tanto la profundidad de la justicia ni la pureza o aportación de los alegatos. Más con maña que con inteligencia logran empatar el asunto y poner en total duda la culpabilidad de la chica. Sólo que a la hora de redactar el veredicto cometen un error letal: “le extrañó que los jurados hubiesen contestado ‘sin intención de robar’, a la primera pregunta, sin añadir ‘no tuvo intención de matar’ a la segunda. Según eso resultaba que la Maslova no había robado, pero sí envenenado a Smelkov sin objetivo alguno”. Con eso la condenaban con seguridad a trabajos forzados a Siberia. Éste es el planteamiento de Resurrección de León Tolstói, publicada en 1899 y en ella narra lo que un hombre que se siente culpable es capaz de hacer para redimir su culpa, pero claro, los testigos de Madigan no caen en este trinquete y siguen sus propios caminos vivenciales…
Alejandro García