Alejandro García
…editorial Salamandra ha sido vendida al grupo Penguin Random House. Se trata de un esfuerzo más de este titán contra el grupo Planeta en su afán de dominar el mercado librero español y latinoamericano (se empiezan a quedar solos en el centro del campo editorial una vez que han engullido empresas independientes o tradicionales en riesgo o en quiebra). Salamandra tiene los derechos de Harry Potter, su saga insignia. Tiene en su catálogo a Jonathan Franzen, escritor estadounidense muy cercano a Foster Wallace y que ha vendido millones de ejemplares en el mundo, sin que renuncie a su discurso a veces lento y arborescente. También tiene una verdadera joya de Austin Wright, Animales nocturnos. Y dentro de este menú de escritores del vecino país se encuentra James Salter, a quien te confieso, Madigan, desconozco en su obra literaria de ficción. Sí he podido hincarle el diente a su breviario El arte de la ficción, de apenas 111 páginas, consistente en tres conferencias dictadas en la Universidad de Virginia en 2014, cuando Salter alcanzaba los 89 años. Un año después moriría. En la primera conferencia que lleva el mismo título del libro, me llaman la atención una cita que cita y dos citas del autor que quisiera comentar. El pensamiento ajeno, manifestado por escrito, es de Mauriac: “La intensidad del sueño en que me ha sumido Balzac, produjo en mí efectos parecidos a los del alcohol o el opio. Demoré varios minutos en volver a captar la realidad de las cosas a mi alrededor y mi triste realidad…”. Al efecto narcotizante, al exilio que logra la literatura, que muchos han sancionado porque contribuye a la evasión, se agrega algo que enfatiza no sólo Mauriac sino quien usa sus palabras: volver a una realidad que es más terrible que cualesquiera de los relatos más terribles. Claro, si vienes del sueño o de un mundo de esperanza, el baño puede ser de agua bien fría. En el segundo ejemplo, Salter habla de la importancia de alguna persona en las lecturas que realiza a lo largo de su vida. Él habla de Robert Phelps, quien le recomienda leer los relatos de Isaak Bábel, en especial “Mi primer ganso”. Además del impresionante final del autor de Caballería roja, “acusado de espionaje… una noche lo juzgaron en los sótanos y al día siguiente lo ejecutaron. Todos sus manuscritos inacabados y sus papeles se confiscaron en el momento de su detención, y nunca han aparecido”, a nuestro escritor le llaman la atención el rigor para trabajar un texto, de modo que no se entrometa a manipular el discurso, tome distancia y deje que concluya de acuerdo a su fuerza generada, que a menudo puede ser vacilante. Y de la precisión del trabajo sobre las palabras y el estilo, dependerá su otra virtud: “No hay hierro capaz de atravesar el corazón humano con la fuerza de un punto colocado en el lugar preciso”. Y el último comentario es a propósito del papel fundacional en el trabajo a fondo sobre el lenguaje en la obra de Gustave Flaubert, en especial Madame Bovary. Es importante que lo diga un estadounidense, esta preponderancia del oficio y del labrado del estilo, que fue más allá de Francia, de Europa y llegó de diversas maneras al Nuevo Mundo…