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Ensayo

La mota es como el agua

Jesús Navarrete Lezama

Haga de cuenta que la ciudad está inundada
de pura marihuana
.

(Frase escuchada en una conversación
entre dos señoras en la calle).

La mota es como el agua.

(Respuesta de un joven a un desconocido

que le pidió un toque afuera de un bar)

Prefiero la mota antes que el alcohol. En realidad, lo que tiene la marihuana es mala prensa. La yerba es habitualmente desacreditada por personas que ni siquiera la han probado, o por aquellos a quienes un eventual malviaje les ha vedado para siempre la tranquila sensibilidad del fumador, «la extrañamente familiar sensación del tiempo deteniéndose», o la mágica mutación del hastío en euforia. Se acusa de procrastinador al que fuma, pero ¿cuántos lo son aún sin haber probado nunca la Verde Yerba de Estambul, como la llama Ramón del Valle-Inclán en La pipa de kif ?

En su ensayo El engaño de la marihuana , Alen Ginsberg se pregunta: «¿Quién inventó el mito de la paranoia asesina (…) de la debilitación y el terror, de la misteriosa y psicológica adicción psíquica?». Para Ginsberg, «La marihuana es un útil catalizador de específicas percepciones ópticas y auralmente estéticas». El poeta afirma que entendió «de una manera distinta la estructura de ciertas piezas de jazz y música clásica mientras me encontraba bajo la influencia de la marihuana, y ese entendimiento ha permanecido presente durante años en mi conciencia».

Asegura que descubrió «cómo ver los Cuadrados Mágicos de Paul Klee de la manera que quería el pintor (como estructuras ópticas tridimensionales) mientras estaba puesto» ; percibió «por primera vez la petit sensation del espacio que logra Cézanne en sus lienzos bidimensionales (a través del avance y retroceso de colores, la organización de triángulos y cubos que el pintor describe en sus cartas) mientras miraba Las grandes bañistas » puesto . Y vio, «como por primera vez, muchos panoramas y paisajes que había contemplado como ciego» sin jamás haberse dado cuenta.

Sin embargo, la narrativa que persiste es la del temor, la satanización, l criminalización y la discriminación; acaso por eso, casi no hay quien s atreva a decir públicamente que es una fumadora consuetudinaria, o un consumidor más o menos habitual, dejando claro que su adicción no le ha arrastrado por arduos caminos, ni le ha llevado a abandonar sus responsabilidades, o a causar algún daño a los integrantes de su círculo cercano.

Cuenta Martín Caparrós que en la entrevista que le hizo a Julio Cortázar en 1983, cuando el escritor visitó Buenos Aires para despedirse de su madre, le expuso una duda que lo había intrigado siempre: «¿Por qué se le ocurrió escribir que Johnny Carter, el protagonista de El perseguidor , se hace adicto incurable, sufre terribles abstinencias y por fin muere de una imposible sobredosis de marihuana?».

Según Caparrós, el autor de Las armas secretas, le dijo «que era un error, que en 1958, cuando escribió la historia, no tenía ni idea de ninguna droga y puso marihuana como podía haber puesto lavandina y que se enteró del patinazo cuando se lo dijo su traductor americano —que hipertradujo “heroína” en lugar de “marihuana”—, pero que él no quiso cambiarlo». 1

La toxicidad de la marihuana no es mortal, como podría ocurrir con otras sustancias. «No se conoce ningún caso de persona que haya padecido intoxicación letal o siquiera aguda por vía inhalatoria», aclara Antonio Escohotado, en su libro Aprendiendo de las drogas. Este dato, subraya, «cobra especial valor considerando el enorme número de usuarios
cotidianos».

Por otro lado, tampoco es que se trate aquí de idealizar la experiencia. A veces el fumador o la fumadora experimenta una sacudida. Es decir, hay que tomar en cuenta algunos efectos que la marihuana puede producir, y que se asocian principalmente al temor que generan los prejuicios acerca de su consumo: Si se combina con alcohol, en algunos casos, la mariguana puede producir «lipotimia», que no es otra cosa que «una brusca bajada de tensión». Otros síntomas pueden ser «náuseas y vómitos», los cuales son «siempre hipocondrias o somatizaciones» pasajeras que «suelen superarse con simples explicaciones y una actitud amable de quienes acompañan al asustado» fumador o fumadora.

En contraparte, gracias a la marihuana, destaca Escohotado, reafirmando lo dicho por Alen Ginsberg, «Se captan lados imprevistos en las imágenes percibidas, el oído —y especialmente la sensibilidad musical— aumenta, las sensaciones corporales son más intensas, y el paladar y el tacto dejan de ser rutinarios.» Esta suspensión de las coordenadas cotidianas hace aflorar pensamientos y emociones postergados o poco accesibles. Con variantes potentes y personas bien preparadas, cabe incluso que se produzca una experiencia de éxtasis en el sentido antes expuesto, con una fase inicial de “vuelo” o recorrido fugaz por diversos paisajes y otra de “pequeña muerte”». Aclara que «Naturalmente, este tipo de trance resulta tan buscado por quienes sienten inclinaciones místicas», pero es «abominado por quienes pretenden simplemente pasar el rato».

La embriaguez de la marihuana permite acceder a regiones que la conciencia tiene vedadas al ser humano, pero si una persona la usa para evadirse de la realidad o de sus dificultades, error: es muy probable que durante el viaje sus problemas aparezcan con mayor intensidad.

Si se usa con moderación, como cualquier otra sustancia que altere los
sentidos, no habrá mayor consecuencia; en todo caso, el equívoco, o lo grave –como escribió Jean Cocteau acerca del opio– es «fumar para combatir un desequilibrio moral».

Muchos son los autores que han escrito sobre las drogas, principalmente sobre el opio y el hachís. Baudelaire nos entregó Los paraísos artificiales; Thomas de Quincey, las Confesiones de un inglés comedor de opio; Walter Benjamin escribió Hachís, y el ya mencionado Cocteau, Opio. Diario de una desintoxicación.

Mención aparte merecen Las puertas de la percepción y Cielo e infierno , donde Aldous Huxley se ocupa de los efectos de la mescalina. Pero si se quiere una visión más terrenal podemos seguir citando a Escohotado, que señala que «Como fármaco recreativo, la marihuana tiene pocos iguales». El autor destaca «Su mínima toxicidad, el hecho de que basta interrumpir uno o dos días el consumo para borrar tolerancias», e incluso apunta al bajo costo «del producto en comparación con otras drogas», como otro punto a favor.

No obstante, reconoce que «El inconveniente principal son los “malos viajes”» —casi siempre de tipo paranoide— que pueden hacer presa de algún consumidor. Sin embargo, afirma que «esos episodios quedan reducidos al mínimo entre usuarios avezados, y se desvanecen fácilmente cuando los demás prestan a esa persona el apoyo debido». Sin embargo, las experiencias que provee esta droga al usuario consciente son recomendables: maximiza el lado simple, hilarante y divertido de las cosas. El fumador se desembaraza de los prejuicios a inhibiciones culturales y personales, se torna pacíficamente irónico, pues tal parece que la realidad se desnuda para él, y muestra el anverso y reverso de las convenciones humanas.

Por otra parte, como señala Escohotado «hay un elemento de aprensión y oscura zozobra, una tendencia a ir al fondo —rara vez risueño— de la realidad, que nos ofrece de modo nítido todo cuanto pudimos o debimos hacer y no hemos hecho, la dimensión de incumplimiento inherente a nuestras vidas».
Esta sensación o percepción puede ser desagradable, pues «muchas personas huyen de la depresividad como del mismo demonio, y consideran disparatado buscar introspección en sustancias psicoactivas. Pero otros creen que convocar ocasionalmente la lucidez depresiva es mejor que acabar cayendo de improviso en una depresión propiamente dicha». En otras palabras, un «mal viaje ocasional» con marihuana podría serle útil a cualquiera.

Por si acaso, como dice Cocteau, conviene acercarse a las drogas como a las fieras: sin miedo. Hay que tomar en cuenta que consumirlas no es simplemente evadirse del mundo, sino mirarlo desde otra perspectiva, y si esa perspectiva se torna horrorosa, es más responsabilidad del usuario que de la sustancia, y tendrá que lidiar con ella.

Sin duda, la naturaleza nos ha dotado con cinco muy buenos sentidos. ¿Por qué necesitamos entorpecerlos con la embriaguez? Misterio. Pero la embriaguez nos cautiva, y tiene una larga e interesante –por paradójica– historia. Y, si seguimos el principio esotérico que afirma que «como es arriba es abajo», cabría preguntarse en qué proporción entorpece los sentidos y en qué proporción los agudiza, aunque quizá el verdadero problema radica en el uso de dos términos que se excluyen para calificar la experiencia.

Entiendo que actualmente hay un sinnúmero de libros sobre la marihuana: diversos autores abordan su historia, métodos de cultivo, usos gastronómicos y medicinales. Es más, según me entero, existe una cierta literatura de ficción que aborda el tema; un rápido escaneo en la red me arroja que en Estados Unidos ya casi hay un género literario que le concede un papel muy importante a la hierba, llamado stoner novel, que si bien trata temas dispares, también aborda diversas realidades sobre el mundo de la ganjah.

Títulos como Wonder boys, de Michael Chabón; Chronic City (2009) de Jonatham Lethem, según las reseñas, narran las revelaciones y paranoias de protagonistas adictos más o menos bajo el estereotipo: evasión, procrastinación, aspiraciones truncadas; y hay también novelas que proporcionan información sobre las diversas y sofisticadas variedades de la cannabis y sus efectos, como parte del conocimiento que debe tener el dealer moderno.

Por mi parte, solo quiero decir que, como apuntan los epígrafes al inicio, la mota es como el agua, no se le niega a nadie, y sería maravilloso que la ciudad de verdad estuviera inundada de pura marihuana verde neumónica, cannabis índica et babilónica ”. 2

Epílogo
Lamento haber tenido que citar aquí a poetas, que yo sé que son ciudadanos que no tienen muy buena reputación, pero si se quiere entender mejor la cuestión de la droga podrían ser de mucha ayuda títulos como: Cannabis: epifanía y paranoia , o Marihuana: ficción y realidad, sendos ensayos que exponen, por un lado, el ángulo revelador y siniestro, y por otro los anacrónicos bulos y las verdades actuales sobre la hierba.

Para una visión más integral o interdisciplinaria, Quimeras de izquierda y derecha nos ofrece, en uno de sus capítulos, un muy completo panorama de las ideas políticas sobre la legalización y la prohibición de la droga. Perspectivas de la embriaguez es una revisión del valor de la ebriedad en general como motor de la historia y el pensamiento, que incluye un estudio muy completo del caso de la marihuana; mientras que Tricomas de la cannabis: estructura y función nos acerca la ayuda de la botánica para distinguir entre los brotes con un alto contenido en THC, que son los que ponen, y los de alto contenido en CBD, que constituyen la mejor medicina.

1 Julio Cortázar, último round”. Martín Caparrós. The New York Times. 2019. Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2019/02/11/espanol/opinion/cortazar-ultima-entrevista-caparros.html

2 La pipa de kif. Ramón del Valle-Inclán.

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