Rocío Arellano
En la última obra escrita por William Shakespeare, convergen varios aspectos que llaman la atención: la ética en algunos personajes; la psicología en que basan sus acciones y la manera de comportarse frente a los otros; así como la inclusión de algunos elementos políticos que están basados en el tiempo y el lugar de donde es originario el autor y que también se puede observar en las obras de Calderón de la Barca, contemporáneo del autor inglés, aunque esto último como mera referencia histórica.
La Tempestad (1611), nos traslada a Milán, en donde el Duque Próspero, estudioso de la magia, es traicionado por su hermano Antonio, y Alonso rey de Nápoles, quienes fraguan un falso exilio ante los súbditos, cuando en realidad abandonan en el mar a Próspero y a su hija Miranda. Próspero es desterrado y viaja en el barco junto a sus libros de ciencias ocultas y algunas provisiones escondidas por su amigo Gonzalo, lo que les permite llegar con vida a una isla mágica habitada por dos seres: uno deforme llamado Calibán y el otro de nombre Ariel, un espíritu encerrado en un árbol por la madre de Calibán, Sycorax. Después de doce años de habitar la isla, una nave que tripulan Antonio, Alonso y Fernando es atrapada por una tempestad, causada por las artes mágicas de Próspero. Al naufragar en la isla son separados en grupos, así, el destino que ha manipulado Próspero lo llevará a recuperar su reino, a que su hija Miranda se enamore de Fernando y a perdonar a su hermano Antonio por la traición acaecida.
En esta obra, Shakespeare entrelaza las acciones humanas con lo sobrenatural. Y escoge un fenómeno de la naturaleza como hilo conductor para su historia: una tempestad, comparable a la naturaleza humana. Aquello que nos agita, el bien y el mal que habita en todos nosotros por igual, una tormenta que acecha siempre en lo profundo del pensamiento humano, y que si se desata, puede terminar en toda una devastación.
De manera personal, me inquieta el personaje oprimido: bestial, salvaje y sin capacidad para civilizarse, el esclavo Calibán (su anagrama es caníbal). Este personaje muestra los momentos históricos de los cuales el autor era conocedor. La conquista de nuevas tierras por parte de España, Portugal y la misma Corona inglesa, hacia tierras inexploradas. Una conquista salvaje en “islas encantadas”, ajenas en costumbres y cultura a las tierras de los “hombres civilizados”. Calibán, es pues, el indio, el salvaje que representa a los oprimidos, pero visto desde una visión despectiva. El personaje tiene la capacidad de aprender, de recibir una educación por parte del colonizador, pero por su estatus de colonizado, de ser inferior, no lo consigue. Se muestra incapaz de aplicar lo aprendido, e incluso es descrito físicamente como feo, deforme, una imagen descrita por los viajeros a los cuales todo lo contrario a sus cánones era considerado malvado. También, de cierta forma, el esclavo Calibán es el inconsciente de Próspero, es su parte animal, su salvajismo que no manifiesta abiertamente, su instinto salvaje; incluso, su lujuria (recordemos que vive solo en una isla con su hija joven y bella y es cuando Calibán intenta abusar de Miranda, la manifestación incestuosa del padre a través del personaje deforme. El deseo se convierte en una fuerza poderosa que puede trastocar la mente, incluso del más puro e instruido). El autor también hace una distinción enorme en cuanto a los atributos físicos y psicológicos entre Calibán y el hermoso y bueno de Fernando: lo bueno es bello, lo malo es feo.
Aún así, las virtudes del texto son muchas; Shakespeare quiere representar la razón ética en el personaje de Próspero, contrastando con la actitud ambiciosa de los europeos del siglo XVII. A través de éste personaje, pretende restituir el perdón, el diálogo, la empatía y el amor que permanece en las almas de los demás. Próspero representa la conciencia, el amor a la virtud y al conocimiento. Para sanar a Próspero de su sed de venganza, el autor propone el equilibrio: a partir de la ambición nos ofrece una conciencia sujeta a ideales puros; la imaginación y el pensamiento irracional dan cabida a una libertad de ideas; el instinto nos lleva a la contención y aplicación de fines útiles, el saber como reivindicador del hombre. Con todo, Próspero es capaz de actuar como un ser vil y despiadado con los seres que para él son inferiores, ya que mantiene a su servicio al espíritu de Ariel y no teme usar amenazas y la psicología para pregonar lo que hizo por él, al punto de lograr que Ariel sienta culpa por mostrar momentos de rebeldía ante sus mandatos.
Calibán siendo aborigen de la isla e hijo de la antigua dueña, tiene que ponerse a su servicio, debido a la magia de Próspero, el miedo a sufrir daño por un hombre que con ellos se muestra inmisericorde lo mantiene bajo su dominio, algo muy usual en los conquistadores de aquella época. Es interesante en este sentido que la obra esté concebida en una isla, siendo Próspero un manejador de las artes ocultas o “demoníacas” bien podría haber sido arrestado en su tierra, lo cual, al situarse la acción lejos de Inglaterra, le da la libertad para llevar a cabo todos sus planes para recuperar su ducado. Dice Alonso Palomar:
“Lo cierto es que en Europa, ya durante toda la Edad Media, se había perseguido toda magia que no fuera natural por considerarse demoníaca. El fenómeno, tras sufrir un proceso de encantamiento durante el renacimiento, se vuelve más virulento que nunca al ser perseguido por la reforma y la contrarreforma, consumándose numerosos procesos inquisitoriales por toda Europa sobre todo en el siglo XVII. El cristianismo, firmemente desde San Agustín, había dispuesto que cualquier hecho realizado a través de la ayuda de espíritus o demonios no podía provenir de Dios, sino de Lucifer” (Palomar, 1994).
Más que basarse en acciones de la demonología, Próspero se inclina por desarrollar las fantasías que supone, trastocan la mente de todos los demás personajes. Hace uso de la psicología y de su conocimiento de los hombres para manipular la razón a través de sus deseos y poder cumplir su ambición.
El personaje de Antonio representa la ambición, el deseo, el apego a lo material y al poder. Es un ser sin conciencia y que se vale de traiciones para conseguir lo que quiere. Shakespeare nos logra transmitir, a través de éste personaje, que siempre es más importante tener conocimiento que fuerza bruta, pues con la astucia de Próspero queda demostrado que vale más la pluma que la espada. A pesar de que Próspero le extiende su perdón, el personaje de Antonio no se nota arrepentido, al contrario, restituye el ducado a la fuerza sin mostrar mucho arrepentimiento.
Miranda refleja la pureza de los ideales: la justicia, la igualdad, la libertad y la hermandad, aunque como personaje es más bien soso. Siempre manipulada por su padre y aunque ha aprendido algunas cosas, no lo demuestra de manera fehaciente. Es más bien vana y frívola. De cierta forma, también representa a la religión, la cruz que conquistó tierras extrañas a partir de las prédicas de los frailes. Es una especie de virgen esperando ser descubierta. El crítico español Astrana Marín, plantea la hipótesis de que:
“El nombre de Miranda en La Tempestad, provenga -con alta probabilidad- de la lectura por parte de su autor de “Relaciones sobre la conquista y colonización de América de Ruy Díaz de Guzmán. Como prueba de esto, aduce que “Miranda” hasta entonces sólo se conocía como apellido, y que, por lo tanto, la elección shakesperiana podría estar vinculada a su conocimiento del relato sobre Lucía Miranda tal como aparecía en los cronistas de la época.” (Marín, 1974).
El espíritu Ariel, es el pensamiento refinado, poseedor de una inteligencia superior a los demás, y de un gran talento artístico e intelectual. Es, al igual que Calibán, una parte inconsciente de Próspero: su imaginación sin límites. Puede ser una ninfa, viento o arpía. Lo que todo hombre desee. Ariel es también la prostituta del conocimiento, pasa de un dueño a otro conforme cambia el poder, forma parte de los oprimidos al ser esclavo, pero sin trastocar su nobleza. Actúa conforme a mandato y no tiene libertad.
El joven Fernando, es el paso para encausar el deseo de una manera pura, no salvaje como Calibán. Su personaje es capaz de poner límites y de no traspasar la línea del mal. A partir de él, se da el diálogo y la oportunidad de tranquilizar la tempestad que vive Próspero en su interior. La conciencia seduce al deseo a través de las artes y del conocimiento. Este personaje supone una versión más joven de Próspero, o lo que él hubiera querido ser. Es, de alguna manera, su forma de enmendar el pasado.
La obra se mueve entre lo surreal y lo onírico. Al igual que en la obra de Sueño de una noche de verano, los personajes son manipulados a través de la magia, que según la naturaleza iniciática, conjunta todos los elementos del universo para conseguir sus fines. Impera la razón sobre la ignorancia. La perfección humana se basa en la misericordia y la contención de las pasiones, y el autor termina cerrando un círculo como representante de un espacio en el que los hombres se igualan y se unen. Quizás algo tenga que ver con la influencia de su época, personajes como John Dee, matemático y mago de la corte isabelina, quién podría ser representado como Próspero, según asevera la catedrática en inglés, Frances A. Yates: “John Dee formaba parte de la orden de los Rosacruces, una orden secreta y esotérica que manejaba libros de magia.”
La manipulación es la protagonista de la obra. A manos del hechicero Próspero, quien mueve los hilos como si de un semidios se tratara, es que todas las acciones suceden. Este es sólo un pequeño bosquejo personal sobre una lectura por demás clarificadora en cuanto a las sensaciones, prejuicios y debilidades humanas en un contexto social de la humanidad y que se refleja aún ahora en la actualidad.
La Tempestad nos acerca a lo más vulnerable del ser humano y nos hace explorar todas las vertientes sociales y psicológicas que llevamos por dentro. En suma, nos acerca a la dualidad que existe en todos nosotros como razón de ser, lo bueno y lo malo como principio fundamental de la existencia humana.
BIBLIOGRAFÍA
ALONSO PALOMAR, Pilar. De un universo encantado a un universo reencantado (magia y literatura en los Siglos de Oro). Valladolid, España. Grammalea. 1994.
SHAKESPEARE, William. Macbeth. El mercader de Venecia. Las alegres comadres de Windsor. Julio César. La tempestad. México. Porrúa. 1999. 229 p.
SHAKESPEARE, William; Astrana Marín, Luis, prologuista. Obras completas. Madrid. Aguilar. 1974. 1185 p.
VILLAR, Gonzalo. http://www.latempestad2005.blogspot.com. Chile. 2005.
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