Jordi Virallonga
LA MEDIDA IMPOSIBLE DEL MAR
Hola, mamá, no te enfurezcas,
sé que estás
muerta y que Dios no existe,
que debo ser
feliz, y que hago mal preocupándome por cosas
que te
harían desgraciada,
pero hoy
estaba con Vera en el balcón,
el mar tenía
la medida imposible
que te ha
reemplazado,
y te echo de
menos por el azúcar y los cubiertos,
por las
ganas de que existas,
que ya ves,
ya sé que no me ves,
y que no voy
a preguntarte por mis hijos.
No quiero
hablar de ti porque te llevo
en esta niña
que soy yo cuando fui tuyo,
que te haría
ser más joven, menos muerta,
no esta
ruina permanente sin columnas
que no acaba
de asolar la tempestad,
esa última
sed, la vencida inmensidad del abandono.
Esto lo
escribí porque a veces,
cuando me
siento mal
porque no
preguntan por ti y les digo,
y sé o no
sé, mamá, tú me conoces,
necesito
inventarme al abuelo que no tuve y al que tuve,
al puto
padre que te parió, y que en mi casa
hubo amor,
hubo reina,
hubo gente extraordinaria.
MÍMESIS DEL ARQUITECTO
Quien
construyó esta casa
nunca pensó
que iba a odiarte
y los niños
tendrían sólo una habitación
para ahogar
a cuentos y a canciones bajitas
los gritos
de sus padres:
que por
favor sigan queriéndonos, te pido,
nosotros
como si no estuviéramos,
no hay que
molestar.
Quien levantó
esta casa lo hizo a base
de prósperos
años nuevos y negocios familiares,
no proyectó
refugios para el fajador
que escapaba
oyendo el puente
derrumbarse
tras de él casi cada día,
sabiendo que
el vencedor
se queda con
todo al sonar la campana.
Es curioso
viajar sin que pase el tiempo,
tener veinte
años más y que se estreche el camino
en esta
carretera aparecida por los faros,
con piedras
de repente, lugares
cuyo tiempo
es su ausencia de destino.
De nosotros
queda una casa malvendida.
Los
arquitectos no saben de amor, como tú,
dibujan
planos donde sólo permanece
lo que jamás se habita.
EXTRAÑOS EN LA NOCHE
Viajan a
oficinas, a otros pisos,
van de
aeropuerto en aeropuerto,
leen prensa,
cruzan mares, mercados,
Manhatan,
San Luis,
los
cementerios.
Desde lo
alto son menos
los vivos
que estos muertos,
dormidos
pasajeros,
que llegan a
destinos
como putas a
una vía muerta.
Pero
conservan el cochazo,
la casa, les
basta que los niños
estén
siempre durmiendo,
que al
cerrar la puerta quede whisky
y Frank
Sinatra,
que mañana
haya mañana,
que el
futuro de dinero y soborne a la tristeza.
MIRA, PADRE, NO TE ENFADES.
Mira, padre,
no te enfades,
sé que
tienes un montón de trabajo,
que ahora
estás muy solo y triste,
que el
teléfono no para de sonar
y que por
cualquier cosa lloras
y nos gritas
y dices que salgamos
para no
molestarte.
Llevas más
de un año así,
pero como
nos bañamos y vestimos,
te
acompañamos al mercado,
te abrazamos
e intentamos ser alegres
y que tengas
siempre limpio el cenicero,
estás seguro
de que todo marcha bien
y de que
ella sólo a ti te hacía falta.
Mira, no te
enfades,
pero
necesito saber que aún nos quieres,
que no es
cierto lo que dicen de nosotros
y mi hermano
un cuaderno de espiral para el colegio.
No te enfades
si te digo todo esto,
pero ni te
has fijado en que ya sé escribir
ni en que ya hace cinco dientes que no pasa el ratón
Pérez.