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Poesía

Poemas de Ann Cotten

Versiones de Daniel Bencomo

Tomados del libro Die Anleitung der Vorfahren (La guía de los ancestros, Suhrkamp Verlag 2023)

La obra poética de Ann Cotten (Iowa, 1982) combina una nítida observación de su realidad circundante con una clara conciencia: la del problema de cifrar lo percibido en un código poético que no ajuste, no presuponga un estado armónico en aquello que, en todas sus aristas y capas de realidad, se muestra más bien como un dilema o conflicto que como un objeto destinado a la contemplación. En todo caso, la armonía remonta la contemplación hasta emerger en lenguaje. Estamos así frente a textos en varios estados de agregación: a veces complejos y serios, o lúdicos y tiernos, a veces operando desde la ironía y el juicio escéptico.

En los estadios recientes de su obra, la escritura ocupa una zona de ambivalencia entre el verso y la prosa, con una tensión singular a cada texto, lo que da lugar a un tránsito frecuente entre una y otra posibilidad compositiva en un mismo libro. Así ocurre con los textos que aquí presentamos, que forman parte de su obra más reciente, cuyo tema principal es una estancia de la autora en Hawaii, isla que aborda desde múltiples escenarios: el basurero que circunda a un centro comercial, una meditación histórica sobre telares y formas del tejido, un viaje en un bus universitario bajo los efectos del lsd. Pero también aparece Berlín, uno de los sitios donde vive la autora, cuando uno de sus poemas toca a una productora transnacional de alimentos que suministra al comedor de una biblioteca estatal.

Esa mirada crítica sobre las cosas parece revelarse aquí, como en un vórtice, en estas líneas que aparecen en “La tela no se deshebra, solo se desgasta”, poema en que contrasta la creación de telas en Hawaii y en Europa, y que aquí dislocamos de su contexto original: “La patria es un músculo entumecido, / una amarga certeza, una región que se pasó por escoba,/ nieve y viento cual mejillas, pues las tuyas quizá ya/ en el pasado irremediable.”

Interesante desafío para quien traduce cuando en sus poemas se denomina a ciertas figuras en términos de género: en sus trabajos recientes, Cotten utiliza lo que en alemán se denomina “polnisches Gendern” o “denominación de género polaca”, que implica indicar, en la terminación de la palabra y cuando sea adecuado, para una persona singular o plural, ambas declinaciones (masculina y femenina) –a lo que se responde en la traducción con una propuesta equivalente para nuestro idioma.

Se propone para ello una solución relativamente sencilla, colocando sucesivamente tres formas distintas de declinación, masculina (o), femenina (a) y una que integra (x) a otras posiciones no binarias. Dicho arreglo evidencia, de acuerdo con la autora, que el género es, siempre y ante todo, una disposición conflictiva.


Nunca había escrito una oda a Sodexo

La Biblioteca Estatal se alza en la cuenca de un antiguo glaciar.
Reina el silencio, y en el dinero la logística.
Nadie conoce mejor que Sodexo la región entre 0.50 y 1.70 euros.
Es una familia de la muerte a base de leche en polvo. Y cuenta con seguro contra responsabilidad ante terceros.
Tiene sustituto, magro y desprovisto de alegría, para todo: ahí, para vaciarlo nomás.
De ello se enorgullecen sus empleadaoxs, que parecen su encarnación.
La Biblioteca Estatal se alza en la cuenca de un antiguo glaciar.
Una edificación que es emblemática es también desproporcionada.
“Unter den Linden” era en 1914 la mayor biblioteca de Europa, incluso del planeta, según su sitio web, y no tenía un sistema de transporte de libros. Ahora es posible perderse en el vacío de los pasillos; muy emblemático pero confuso. Confuso, pero con mucha inversión en las paredes. El aire acondicionado está loco, está para morirse de calor, pero hace falta un técnico para abrir una ventana. Qué triste es escurrirse por los pasillos, por los millones que también escurrieron por el pasillo, por las paredes de piedra blindadas contra todo, por la hybris de la ciudad capital, de la estupidez con dinero de sobra.
Sodexo tiene a more circular approach.
Nos damos cita en el límite inferior de lo aceptable, en la cafetería que es su non-aesthetic.
Guardamos silencio, mientras algunas monedas fluyen a través de las marcas elegidas de la familia y dan rédito. Golden Retriever, Granny Smith, patentes de antibiótico. White white white, no noise, no chance, no life. Cada rostro, quebrado en su entendimiento, en el horror de la iluminación absoluta, una pierna dentro de la cárcel, la universidad endeudada, poder, calabacitas, higiene. Salario mínimo centavo por centavo.
El barista se ríe, el espacio lo secunda y la charola se resbala.


La medida de Maunawili*

A veces por la noche escucha risas provenientes del Lo’i** , pero marcha
solitarioax rumbo al parque por el otro lado de la calle. Fuma y
lee en la pantalla esplendente del celular
explicaciones sobre la propia identidad y su completa contradicción
ese texto de Nishida que semeja un dínamo.

Todo está podado hasta la orilla de la ciénaga impenetrable.
Donde una vez hubo un Lo’i, o un estanque de peces, ahora está una
cancha pequeña de básquetbol. Hay que venir con amigoaxs.
El fin de semana, grupos que juegan al tenis de noche bajo luz de reflectores.
Los domingos el sitio de juegos infantiles. Gatos callejeros, cucarachas,
solitariaoxs frente a los baños. La merienda en la mesa y debajo de ella:
uñas que parecen escamas de pescado.

Cuando alguien joven sonríe se estremece el telón del destino.
Cuando sonríe alguien mayor es palpable el peso de todo,
se mueve en fracciones de segundo y explota en el
cerebro,
te enferma, te deja sin esperanza, ¡hay que salir de ahí!

Son escamas de pescado que parecen uñas.


La tela no se deshebra, sólo se desgasta

Primero caíste en cuenta que tú andabas los mismos caminos,
ida y vuelta, ida y vuelta,
y te esforzaste, siendo en la noche, por alternarlos
y a pie recorrerlos, ida y vuelta, vuelta e ida.
Donde ya hay algo no metes nada, donde no hay nada metes algo,
así lo ordenan las guías para una distribución homogénea.

Cadencia y enmarcación se grabaron primero
en los cuerpos de quienes tejían. La urdimbre colgaba
de su talle, se le unía con un árbol
hasta que la pieza estaba lista. Pues propiamente se requieren
tres manos, cada una que alce y baje una parte
de la urdimbre, y así cruzar la lanzadera del telar. El lance
o tiro adquiere con ello una dimensión más alta.
En vez de hundirse y emerger entre los valles de las olas,
la ruta de la lanzadera es ya tan solo en línea recta.
¿Acaso hubo conversaciones, ensoñaciones entre una piel
y otra, aprendiendo sin palabras el saber de la piel,
entre quien teje y quien conduce, lanza las fibras?

Así como en los órganos dotaron de un pedal
a los telares, para propiciar que las telas
se organicen en complejos patrones ya establecidos. Las telas
recibieron el nombre de los sitios en los que se hacían.
Las barras tensaban los cordeles desde abajo.

Al otro lado del mundo se sentaban en un círculo
y golpeaban la kapa*** con cantos, bendiciones
en las fibras remojadas y dispuestas una junto a otra.

Donde órganos pulsaban frente a mudos feligreses
en altísimos espacios en las horas sagradas, donde juntas de hierro,
ensambladas a mano, unían las zonas de extracción
con los talleres de tejido junto a arroyos y ríos,
se dispuso a laoxs tejedoraexs en minúsculas celdas
donde el ruido del telar ensordecía a lxs niñxs,
y los gritos de lxs niños ensordecían a laoxs tejedoraexs.
El tiempo fue troquelado, asediado por reducir los precios,
sin tomar en cuenta el deterioro de la salud y la cordura.
Su monarca pequeño construía casas, laoxs urgía a reproducirse,
luego vino el módico algodón desde la India y el futuro del lino
no tuvo un fino fin. La población que había de asegurar
el lucro, se tornaba ahora en una por alimentar. De cualquier modo,
así era vista la gente, de una forma muy turbia, como efecto financiero o lejía.
Resignación y grito súbito, ínfimos frutos de grandes ideas.
Hay que insertar ideas en la urdimbre y luego hay que variar
su posición, para hacerlas con ello irremovibles.
Cooperativas de compra, eso funciona,
pacas pudriéndose, mascarillas de gas desprovistas de filtro,
cintas, cintas y luego nuevamente el verano.

Para unx niñx que ha partido se desea lo mejor.
Habrá seguro de vivir algunas cosas, amistarse con colegas
que también se fueron de su hogar en Polinesia.
La patria es un músculo entumecido,
una amarga certeza, una región que se pasó por escoba,
nieve y viento cual mejillas, pues las tuyas ya quizá
en el pasado irremediable.
Quizá era algo en laoxs tejedoraexs,
que desapareció como si fuera lo normal,
que fulgura todavía entre los árboles.
Quizá a través del trato con la tela algo se adiestró de tal manera,
que así se confundió lo que era tela con eso que era quien tejía.


Sombras • Movimiento continuo

Envejecer como un árbol errante y amar, en lo posible,

de una forma que apenas se perciba.

[amar] Un viento, una hora como un puño de lluvia.

Como cuando hace tanto calor que estás de pie, en un instante eternizado en la parada de autobús, y el agua brota justo en medio de tus pechos, los circunda, y cuando tocas la tela de la blusa justo abajo, ésta se humedece por completo cual si hubiera un par ojos debajo de tus pechos, pero luego, cuando el viento sopla, te estremeces como un aire acondicionado de escala industrial, que se apaga, pues pronto volverá a ser de otra manera, te murmura el viento y tú le crees.


Se despierta por la noche con un grito e

n los labios. Un desierto entero en el gaznate. Estaba jugando en el sueño con hermanas más pequeñas, hasta que llegó la tormenta; las observa correr y entonces se percata del por qué. La tormenta arranca ramas completas, árboles enteros por el aire, vehículos, paredes. El viento zombie pone de un gris blancuzco, como la cara inferior de un ala, todo lo que toca. Frente a sus ojos el mundo se transforma en ceniza. En el sueño toma a la amiga de la hermana, la que por azar estaba más cerca, en los brazos mientras comprende que no hay diferencia si se busca refugio o no se busca, pues será destrozado en un instante por el viento.

Ya de noche había comido en el trabajo una bolsa de papas fritas, cuyo talco de especias, muy seco, algo tenía de mundos pulverizados. La bolsa había costado una bicoca, surreal de tan barata. Se llamaban Hot Blue y en el empaque se leía la clásica leyenda del perfecto productor artesanal de papas fritas. ¿Estaban tan baratas pues la gente que las comía se quejaba de los golpes del destino? ¿Quizá de verdad contenían algún polvo que causaba visiones horríficas, espanto atomizado? Tiene otra vez la impresión de que una broma se acerca, meteoro: la risa se incendia cuando penetra la atmósfera.

Durante el día también tomó café, en un sitio que no era filial de alguna cadena y que siempre parecía cerrar muy temprano, pues la vida les parece más importante que el servicio. El café está conectado globalmente con todos los males del mundo, por supuesto, como resultado y como causa del afán de lucro. ¿Fue ese caldo, insoportable en sus efectos económicos remotos y en su carga de cafeína, el que produjo el efecto de un mundo como un rostro quebrado, como un vertedero de basura surcado por vientos de dimensión inconmensurable?


* Comunidad en la zona urbana de Honolulu, Hawaii.

** La palabra se refiere a una plantación de taro o “papa china”.

***[ Se trata de una tela producida de forma tradicional en Hawaii, a partir de las fibras de distintos árboles.


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