Traducción de Miguel Díaz
ROBERT BLY (1926 – 2021). Nació en Minnesota, en una comunidad de granjeros de origen noruego, asistió a Harvard donde fue compañero de John Ashbery, Adrianne Rich, Kenneth Koch, Frank O’Hara, Donald Hall, entre otros. Escritor prolífico de poesía y ensayo, así como de traducciones muy importantes para la literatura de su país, al presentar al público las obras de autores como Vallejo, Machado, Neruda, Lorca, Rilke, Trakl, y de poetas noruegos como Tomas Transtömer y Gunnar Ekeloef. Su escritura abarca muchos temas, entre los que se destaca su oposición contra la guerra o su crítica a los roles de género, en especial a la masculinidad tóxica de la cultura americana; que se conjugan con su activismo civil y político sobre la guerra de Vietnam o el Men’s Movement.
Su poesía puede verse como una aproximación lírica a la naturaleza y a la soledad del hombre, en una estética no modernista, y de una simplicidad íntima que vuelve las experiencias comunes en un escape casi místico, en un movimiento elegante que a veces acaba en gesto irracional o en una reflexión crítica, con mucha imaginación y un ritmo delicado. En esta pequeña colección de poemas podemos encontrar meditaciones sobre lo humano frente a la naturaleza, los animales, las plantas, la luna (siempre la luz de la luna), que cuestionan la existencia de la civilización y sus absurdos.
DESEANDO SUNTUOSOS CIELOS
Nadie se queja en la tribu de las ostras,
Y las langostas tocan sus guitarras de hueso todo el verano.
Solo nosotros, con nuestros pulgares opuestos, queremos
Estar en el Cielo, y que Dios venga, otra vez.
No hay fin para nuestras quejas; queremos
Un planeta cómodo y un suntuoso Cielo
Pero la…
DESPUÉS DE UN LARGO AJETREO
Al fin salí a caminar después de semanas frente al escritorio.
¡Ya sin luna, arando bajo los pies, sin estrellas ni un rastro de luz!
¿Y si un caballo viniera galopando hacia mí en este campo abierto?
Todos los días que no he pasado en soledad habrían sido en vano.
AL TOMAR LAS MANOS
Al tomar las manos de alguien que amas
Las ves como delicadas jaulas…
Aves pequeñas cantando
En las praderas apartadas
Y en los profundos valles de sus palmas.
EL HOMBRE Y EL OSO
Imagina que hay un oso y un hombre. El oso
Conoce su familia —viejos guijarros, barriles de cincuenta y cinco
Galones, pinos enormes bajo la luna,
Un saco abandonado en el suelo; y el hombre se aproxima
cautelosamente—
Él ha leído a Tolstoy, conoce algunas sinfonías.
Eso es todo. Cada uno ha perdido un hijo. El del oso
Lo mató una trampa, el del hombre lo mató un oso.
El hijo estaba medio ebrio, solo en el bosque.
El oso extiende sus negras garras sobre la tierra.
Tampoco es tonto. Sin pelaje, sería un hombre. La gente
Dice que tanto el hombre como el oso reciben una señal
Que viene desde allá lejos, cerca del Polo Norte.
La antigua abuela de ambos, del oso y del hombre,
Tejida entre las estrellas, desde arriba los observa.
DESPUÉS DEL TRABAJO
I
Después de tantos pensamientos extraños,
Pensamientos de puertos lejanos, y vida nueva,
Llegué y hallé la luz de la luna acostada en el cuarto.
II
Afuera cubre los árboles de un sonido diáfano,
El sonido de campanarios, o de agua fluyendo bajo el hielo,
El sonido que el sordo oye a través de los huesos de su cabeza.
II
Conocemos el camino; como la luz de la luna
que eleva las cosas, así en una noche como esta,
Los caminos se adelantan, y todo clarea.